El 12 de diciembre se cumplió el 46 aniversario de la consagración como campeón mundial Welter Junior AMB de Nicolino Locche, quien debido a su estilo único y particular arriba del ring fue inmortalizado como El Intocable.
Fue el sexto hijo de una humilde familia de inmigrantes italianos, nació el 2 de septiembre de 1939 en el pueblo de Campo de los Andes, en el departamento mendocino de Tunuyán. Se cuenta que a la edad de 8 años, acompañado por su madre, ingresó por primera vez al gimnasio de boxeo Julio Mocoroa, de Paco Bermúdez. Fue en ese lugar donde Nicolino tuvo su primera aproximación al “boxeo científico”, una nueva escuela dentro del deporte que -valiéndose de los principios de la ciencia médica y la biomecánica- buscaba optimizar las técnicas de combate y el rendimiento físico. O, si se quiere, “procurar la superación del ocasional adversario por medio de la habilidad y no por la mera fuerza usada instintivamente”. Todo esto puede sintetizarse y resumirse en el mayor mandamiento de dicha escuela: pegar sin dejarse tocar, y podemos decir -sin exagerar- que en esa área Locche fue un maestro.
Su primera pelea amateur fue con 16 años. Tras 122 combates debutó como profesional el 11 de diciembre de 1958, noqueando en dos rounds al sanjuanino Luis García. A partir de ahí arrancó una carrera a la cima que parecía no tener freno, luego de varia peleas en 1961 venció al cordobés Jaime Ginés y se convirtió en el campeón argentino de los livianos ante un Luna Park lleno.
Locche se distinguió del resto de sus contemporáneos no solo por su destreza en el ring con su esquive-golpe sumando ataques inesperados, sino que además era un actor nato, hacía participar a la audiencia con miradas cómplices, sonrisas y todo tipo de gestos que lograban que el público tomara activamente el show que eran sus peleas. Muchos sostienen que era más que un simple boxeador, capaz de cruzar palabras con algún reportero gráfico mientras bloqueaba golpes entre el encordado. Por eso, también lo apodaron Chaplin, por su simpatía y carisma. Podemos decir, sin exagerar, que uno de sus su mayores aportes al box fue el aspecto estético del mismo.
En los años 60 el boxeo argentino estaba en pleno esplendor, de esa constelación quedaron nombres como Horacio Acavallo, Ringo Bonavena y Carlos Monzón, pero ir a ver a Nicolino era una fiesta popular (casi como lo fue con Justo “el torito” Suárez); las transmisiones radiales de la época hacían maravillas en la imaginación del público, y a eso se le sumaba todo el glamour y bohemia de un Luna Park lleno el sábado por la noche, que cerraba la velada boxística con una pelea de Nicolino de fondo y seguro terminaba en alguna pizzería de Corrientes y Callao. O como cantó en un tango Chico Novarro; "Total esta noche, minga de yirar, si hoy pelea Locche en el Luna Park". Era tan masivo el espectáculo que daba sobre el ring, que se le adjudica el mérito de haber logrado atraer a la audiencia femenina a eventos que tradicionalmente eran “sólo para los muchachos”.
El 12 de diciembre de 1968, Nicolino Locche escribía su página más gloriosa al vencer en Japón al local Paul Fuji y consagrarse campeón del mundo de los welter junior de la AMB. Ese día hizo honor a su apodo de intocable exponiendo la cara para invitar golpes, esquivando con cintura y contragolpeando con jab. Le quitó dramatismo a la pelea. Le agregó belleza. Le impuso el ritmo perfecto de quien lleva la batuta. Esa pelea quedó en los anales de la historia del deporte.
Hizo seis defensas de su título y lo perdió el 10 de marzo de 1972, cuando en Panamá fue derrotado por puntos en 15 asaltos por el local Alfonso "Pepermint" Frazer. A partir de ahí comenzó su ocaso: peleó 12 veces más, perdió solo una. Nunca más volvió a disputar ningún título.
El tiempo pasó y el 24 de marzo de 1976 Argentina sufrió un golpe cívico-militar con el fin de poner freno al avance del ascenso obrero-estudiantil que se abrió con el Cordobazo. Las libertades más elementales fueron cercenadas y reunirse con más de dos personas en la calle era causa de detención e interrogatorio. No era el ambiente más favorable para eventos deportivos populares masivos, y más aun sumado al hecho de que los secuestros-torturas-desapariciones estaban a la orden del día.
El 7 de agosto de 1976 fue la fecha que eligió su representante para el último combate de su carrera. El lugar sería el Hotel Llao Llao de San Carlos de Bariloche. Esa mañana de invierno no fue tan fría, 5 grados decía el termómetro del aeródromo. Los titulares de los diarios comentaban centralmente los beneficios del liberalismo comercial impuestos por la junta militar, el IVA aplicaría por “única” vez un aumento que lo dejaría en 16%. Se modificaba y aplicaba el nuevo estatuto de la Unión Ferroviaria. El banquero David Graiver había muerto en México en un accidente de avión, dejando al desnudo una operación financiera de Montoneros para blanquear dinero de la organización en circuitos comerciales; poco y nada decían del evento pugilísitco. Esa misma noche Nicolino subió por última vez como profesional a un ring ante el chileno Ricardo Molina Ortiz, a quien venció por puntos.
Su récord profesional fue 117 peleas ganadas (14 por KO), 14 empatadas, 4 perdidas y 1 sin decisión. En 1980 la Fundación Konex le otorgó, en la primera edición de los Premios Konex, el Diploma al Mérito como uno de los cinco mejores boxeadores de la historia. En el año 2003 ingresó al Salón Internacional de la Fama del Boxeo junto a George Foremany el jamaicano Mike McCallum.
Murió el miércoles 7 de septiembre de 2005 en Las Heras, Mendoza. La causa del fallecimiento fue una salud muy debilitada por el cigarrillo. Su recuerdo es una imagen de todo lo que puede hacer y dar un pugilista sobre su escenario.
Fue el sexto hijo de una humilde familia de inmigrantes italianos, nació el 2 de septiembre de 1939 en el pueblo de Campo de los Andes, en el departamento mendocino de Tunuyán. Se cuenta que a la edad de 8 años, acompañado por su madre, ingresó por primera vez al gimnasio de boxeo Julio Mocoroa, de Paco Bermúdez. Fue en ese lugar donde Nicolino tuvo su primera aproximación al “boxeo científico”, una nueva escuela dentro del deporte que -valiéndose de los principios de la ciencia médica y la biomecánica- buscaba optimizar las técnicas de combate y el rendimiento físico. O, si se quiere, “procurar la superación del ocasional adversario por medio de la habilidad y no por la mera fuerza usada instintivamente”. Todo esto puede sintetizarse y resumirse en el mayor mandamiento de dicha escuela: pegar sin dejarse tocar, y podemos decir -sin exagerar- que en esa área Locche fue un maestro.
Su primera pelea amateur fue con 16 años. Tras 122 combates debutó como profesional el 11 de diciembre de 1958, noqueando en dos rounds al sanjuanino Luis García. A partir de ahí arrancó una carrera a la cima que parecía no tener freno, luego de varia peleas en 1961 venció al cordobés Jaime Ginés y se convirtió en el campeón argentino de los livianos ante un Luna Park lleno.
Locche se distinguió del resto de sus contemporáneos no solo por su destreza en el ring con su esquive-golpe sumando ataques inesperados, sino que además era un actor nato, hacía participar a la audiencia con miradas cómplices, sonrisas y todo tipo de gestos que lograban que el público tomara activamente el show que eran sus peleas. Muchos sostienen que era más que un simple boxeador, capaz de cruzar palabras con algún reportero gráfico mientras bloqueaba golpes entre el encordado. Por eso, también lo apodaron Chaplin, por su simpatía y carisma. Podemos decir, sin exagerar, que uno de sus su mayores aportes al box fue el aspecto estético del mismo.
En los años 60 el boxeo argentino estaba en pleno esplendor, de esa constelación quedaron nombres como Horacio Acavallo, Ringo Bonavena y Carlos Monzón, pero ir a ver a Nicolino era una fiesta popular (casi como lo fue con Justo “el torito” Suárez); las transmisiones radiales de la época hacían maravillas en la imaginación del público, y a eso se le sumaba todo el glamour y bohemia de un Luna Park lleno el sábado por la noche, que cerraba la velada boxística con una pelea de Nicolino de fondo y seguro terminaba en alguna pizzería de Corrientes y Callao. O como cantó en un tango Chico Novarro; "Total esta noche, minga de yirar, si hoy pelea Locche en el Luna Park". Era tan masivo el espectáculo que daba sobre el ring, que se le adjudica el mérito de haber logrado atraer a la audiencia femenina a eventos que tradicionalmente eran “sólo para los muchachos”.
El 12 de diciembre de 1968, Nicolino Locche escribía su página más gloriosa al vencer en Japón al local Paul Fuji y consagrarse campeón del mundo de los welter junior de la AMB. Ese día hizo honor a su apodo de intocable exponiendo la cara para invitar golpes, esquivando con cintura y contragolpeando con jab. Le quitó dramatismo a la pelea. Le agregó belleza. Le impuso el ritmo perfecto de quien lleva la batuta. Esa pelea quedó en los anales de la historia del deporte.
Hizo seis defensas de su título y lo perdió el 10 de marzo de 1972, cuando en Panamá fue derrotado por puntos en 15 asaltos por el local Alfonso "Pepermint" Frazer. A partir de ahí comenzó su ocaso: peleó 12 veces más, perdió solo una. Nunca más volvió a disputar ningún título.
El tiempo pasó y el 24 de marzo de 1976 Argentina sufrió un golpe cívico-militar con el fin de poner freno al avance del ascenso obrero-estudiantil que se abrió con el Cordobazo. Las libertades más elementales fueron cercenadas y reunirse con más de dos personas en la calle era causa de detención e interrogatorio. No era el ambiente más favorable para eventos deportivos populares masivos, y más aun sumado al hecho de que los secuestros-torturas-desapariciones estaban a la orden del día.
El 7 de agosto de 1976 fue la fecha que eligió su representante para el último combate de su carrera. El lugar sería el Hotel Llao Llao de San Carlos de Bariloche. Esa mañana de invierno no fue tan fría, 5 grados decía el termómetro del aeródromo. Los titulares de los diarios comentaban centralmente los beneficios del liberalismo comercial impuestos por la junta militar, el IVA aplicaría por “única” vez un aumento que lo dejaría en 16%. Se modificaba y aplicaba el nuevo estatuto de la Unión Ferroviaria. El banquero David Graiver había muerto en México en un accidente de avión, dejando al desnudo una operación financiera de Montoneros para blanquear dinero de la organización en circuitos comerciales; poco y nada decían del evento pugilísitco. Esa misma noche Nicolino subió por última vez como profesional a un ring ante el chileno Ricardo Molina Ortiz, a quien venció por puntos.
Su récord profesional fue 117 peleas ganadas (14 por KO), 14 empatadas, 4 perdidas y 1 sin decisión. En 1980 la Fundación Konex le otorgó, en la primera edición de los Premios Konex, el Diploma al Mérito como uno de los cinco mejores boxeadores de la historia. En el año 2003 ingresó al Salón Internacional de la Fama del Boxeo junto a George Foremany el jamaicano Mike McCallum.
Murió el miércoles 7 de septiembre de 2005 en Las Heras, Mendoza. La causa del fallecimiento fue una salud muy debilitada por el cigarrillo. Su recuerdo es una imagen de todo lo que puede hacer y dar un pugilista sobre su escenario.
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