*Entrevista publicada en el mes de mayo de 2002, en el semanario Zeta de Tijuana, B. C.
Edmundo F. Hernández Vergara
Su naturalidad, carisma y ese corazón indomable que lo acompañó en cada una de sus peleas, lo convirtieron en un personaje estelar no solamente del deporte mexicano sino también de su cultura popular.
Hoy, son pocos si no es que nadie, los que no conocen a Rubén Olivares. Ese famoso “Púas” mujeriego, borracho y despreocupado, que encarna perfectamente al típico “macho” mexicano. El mismo que nunca se rajó, que se subió por primera vez a un ring porque quería comer y compartía con los ‘compas’ del barrio sus triunfos y derrotas. En pocas palabras un verdadero ídolo, de esos por los que ahora llora el boxeo mexicano y en general el pueblo de México.
A sus 55 años de edad y a 32 de haber conquistado su primer título del mundo, tras siete meses de radicar en Tijuana, el tetracampeón universal habló con ZETA de todo. Fiel a su costumbre, se destapó y no dejó tema sin tocar, poniendo énfasis en el boxeo de antaño como un ejemplo para el pugilismo moderno.
Sentado frente a una pequeña mesa playera en el patio de su casa y restaurante, Olivares bromea, mientras el sol baña su espalda desnuda: “Está cerrado el restaurante porque los empleados me pidieron un día de descanso y les di el martes. Pero dime: cuándo descansan los chinos, por ejemplo”.
Ríe abiertamente y luego se le invita a recordar los viejos tiempos.
“Antes peleábamos 15 rounds, pero teníamos que trabajar 20 en el gimnasio. Precisamente el 22 de agosto de 1969 gané por primera vez un campeonato del mundo y todavía me acuerdo cuánto me costó”. Sus recuerdos son interrumpidos para devolverle el saludo a un vecino y prosigue:
“En 1963 quedé en segundo lugar para la Olimpiada de Tokio; en 1964 gané los guantes de oro; en el 65′ debuté como profesional a los 17 años, hasta que a los 21 llegué invicto a disputar el campeonato mundial y me coroné. Hice 40 o 50 peleas para llegar a un campeonato del mundo y ahora con 10 ó 12 ya puedes ser campeón”, indica.
-¿Cuál es su opinión sobre la existencia de tantos organismos que avalan un título del mundo?
-Me da gusto porque así hay más ‘chance’ de que los peleadores sean campeones mundiales y ganen dinero. Aunque los campeones de ahora son campeones dudosos; tienen su cinturón pero como que les falta algo más. Les falta haber sufrido para que valoren su título, para que peleen como debe de ser.
-¿Ha disminuido la calidad?
-Ha bajado bastante. Me doy cuenta en la técnica, en la exigencia de una pelea, que antes eran a 15 y no a 12 rounds. Eso ha influido en que haya bajado la calidad. Si yo fuera presidente de un organismo aumentaría a 18 el número rounds. Así habría verdaderos campeones y apreciaríamos la constitución y condición física del peleador, su verdadera capacidad, aguante y fortaleza psicológica. Además sería un mejor espectáculo para la gente.
-¿Y en dónde dejaría el aspecto humanitario?
-Los que aguanten esos rounds es porque tienen consistencia, resistencia y todo lo que necesita un verdadero campeón del mundo. El que no los aguante se va salir del boxeo porque no va a querer hacerse daño solo –asegura-.
Con toda la autoridad que le dan las épicas batallas que protagonizó, Olivares prosigue con su crítica a los boxeadores modernos.
“Los boxeadores de ahora están muy ‘avedetados'; son unas ‘vedettes’, no les gusta ni que les toquen la cara. Ni siquiera les pegan fuerte y se caen. Se quejan de que el rival está más pesado un kilo o dos y yo era gallo y peleé con pesos pluma y ligeros”, argumenta.
Y luego remata: “Me da tristeza ver cómo le manejan la carrera a algunos peleadores; les ponen ‘bultos’ al principio y a la hora buena no pueden. De esto tienen la culpa los promotores, que son mis amigos pero de box no saben nada. La gente que maneja el box no sabe lo que es tirar un ‘jab’ ni los cuidados que necesita un peleador”.
-¿Existe la mafia en el boxeo?
-Hay gente muy deshonesta, corrupta y ratera. Son unos asquerosos. Y me da coraje porque yo aprendí desde muy niño a ser honesto; mi padre me enseñó y nunca se me olvidó. Yo tenía 12 años cuando una vez mi padre dejó un billete de cinco pesos sobre la mesa y se me hizo fácil agarrarlo; cuando me preguntó que si había visto el billete le dije que lo tenía en la bolsa… se enojó y me golpeó muy fuerte en la cara, me noqueó y se lo agradezco porque fue el nocaut que más me enseñó en la vida. Entonces, para mí, la honestidad es el principio de todo.
-¿Qué le enseñó el boxeo?
-A conocer a la gente. Se vuelve uno hasta psicólogo. Perdí muchas amistades por rateras y gané mucho dinero y campeonatos, pero yo me quedo con los aplausos y el cariño de la gente. El boxeo es mi vida.
Después de los obstáculos que le puso la Comisión del Distrito Federal para darle su licencia de ‘manager’, el “Púas” ha decidido emprender la aventura en Tijuana.
“Me vine para acá porque allá no me quisieron dar la licencia de ‘manager’. Aquí también batallé para que me la dieran, pero ya la tengo”, dice el ídolo oriundo de Iguala, Guerrero, pero surgido de las entrañas de la colonia Bondojo de la Ciudad de México.
-¿Es difícil ser ‘manager’?
-Me gusta. Además tengo mucho que enseñarles a los niños y a los muchachos que quieran entrenar conmigo. Sé cómo tratar a los peleadores, sé lo que necesitan… no hay que robarlos, que es lo que hizo el ‘Cuyo’ Hernández conmigo.
-Es difícil encontrar a alguien que hable mal del ‘Cuyo’ Hernández…
-El ‘Cuyo’ era un raterísismo, una persona deshonesta, tranza… un tipo de lo peor. Y por si fuera poco no sabía nada de box”.
-¿Qué le dice a usted que México tenga siete campeones mundiales?
-Qué bueno que México tenga esos campeones mundiales, pero se me hacen pocos. Deberíamos de tener muchos más campeones. Quitando los pesos grandes, México debería tener un campeón por cada organismo.
-¿Quién es el mejor de los siete monarcas aztecas?
-Cada quien en su peso, pero uno de los más completos es Marco Antonio Barrera”.
-¿Cuál es su pronóstico para la revancha Morales-Barrera?
-Los dos son buenos, pero vamos a ver qué pasa. Barrera ya le pegó una vez, pero tiene que volver a demostrar. Ya se vio en la primera pelea que Barrera lo puede noquear, pero Erik Morales es un estupendo boxeador.
-Se dice que en el boxeo mexicano moderno existe un vacío tremendo; tenemos buenos campeones pero no hay un ídolo que arrastre multitudes como en su momento lo fueron el “Ratón” Macías, Olivares y más recientemente Chávez…
-Sí, Chávez fue el último y ya no ha salido otro. A los de ahora les faltan ‘huevos’. ¿Qué más se puede pedir? Hay técnica, entrenamientos, pero de qué les sirve si les da miedo. Les falta el producto de gallina.
-¿Qué hay que tener para ser ídolo?
-Un ídolo demuestra lo que vale arriba y también abajo del ring.
-¿Qué lugar le daría en la historia del boxeo mexicano a Julio César Chávez?
-Para mí el mejor ha sido el “Kid” Azteca. Chávez fue un peleador bueno, pero hasta ahí. Es el último ídolo, pero un peleador de vergüenza nunca jamás se queda sentado en el banquillo como se quedó Chávez contra de la Hoya. ¡Sal a pelear, cabrón! Hay que morir de frente y a los pies del rival. Y Chávez no lo hizo.
-¿Cuál es el futuro del pugilismo nacional?
-Debe de componerse. Estamos en el siglo XXI y tiene que ser mejor todavía. Hay un buen futuro y estoy seguro que al rato va a salir otro ídolo.
Original y ocurrente, como siempre, el “Púas” cierra la entrevista con una “poesía urbana” creada en su honor:
“Recordando solo y triste/ Pugilismo que de gloria me cubriste/ Las peleas que ha ganar tantas me diste/ Y cinturones de campeón en la cintura me ceñiste/ Tengo mi reino y lo digo con arrojo/ No, ni le busquen: soy el rey de la Bondojo/ Puños de hierro traigo yo pa’ mis rivales/ Y unos alcoholes para curarme mis males/ Las luchas cruentas no sólo se dan arriba/ Las luchas cruentas y salvajes son abajo/ Con estos cuates que te lavan el cerebro/ Y te empujan como quiera cuesta abajo/ Tengo mi reino y lo digo con arrojo/ No, ni le busquen: soy el rey de la Bondojo/ Puños de hierro traigo yo pa’ mis rivales/ Y unos rabos pa’curarme mis males…
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