14.09.2016 Por Fernando Sabatini (*)
Sin dudas uno de los deportes más duros es el boxeo, que además de ser un evento es un trabajo y una manera muy riesgosa pero digna de ganarse el pan. Es una semejanza con la vida, esquivar golpes para alcanzar un sueño, pero con una particularidad, que se pelea en igualdad de condiciones. Dos personas arriba de un ring donde el más débil puede derrotar al más fuerte, con un arma más valiosa que la fuerza, la inteligencia. El arte de pegar y no dejarse pegar es una lucha constante, no sólo dentro del cuadrilátero sino también fuera. Donde se lucha contra viento y marea, nada es fácil para el pugilista que además de vencer a un rival tiene que enfrentarse a uno mismo, a los entrenamientos diarios de madrugada y a una balanza. El saludo con el contendiente da inicio al combate donde deben desarrollar un plan y si no funciona cambiarlo, pero sin perder de vista el objetivo. Finalizando con un abrazo ambos dejan todo ahí arriba.
Un ambiente duro pero hermoso a la vez donde muchas veces cuentan con apoyo y otras no, donde no faltan nunca los "amigos del campeón". Una enseñanza a no rendirse jamás y que la violencia no conduce a nada, sacando a muchos chicos de las calles y dándole la posibilidad de triunfar en la vida a muchos que carecen de estudios y dinero.
La primera noticia del pugilismo en nuestro país data del año 1829 y comenzó allí a crecer con notoriedad. A pesar de que fuera prohibida en 1892 por el Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires, la actividad boxística porteña se siguió desarrollando de manera privada y gracias a mucha gente volvió a cobrar vida con el recordado aviador y deportista Jorge Newbery quien enseñó a muchos jóvenes.
Un grande
En 1894 nacía en Junín un jovencito, el último de cuatro hermanos, que sería considerado como el Padre del Boxeo Argentino. Sufría de malestares en los oídos, lo que provocó que lo exceptuaran del servicio militar. La vida no era nada fácil para este pequeño grande llamado Luis Angel Firpo, que con doce años partió hacia Buenos Aires donde comenzó a trabajar en un restaurante afincado en el barrio de Boedo. Luego comenzó a trabajar en una fábrica de ladrillos, siendo el cobrador. Cuenta la anécdota que fue sorprendido por tres maleantes que intentaron robarle el dinero y en legítima defensa con la fuerza que lo caracterizaba noqueó a dos de ellos y el tercero se vio obligado a huir. El dueño de la fábrica valoró sus condiciones y lo inició en la carrera pugilística en el año 1917.
A los 28, en la cúspide de su boxeo, fue el protagonista del hecho que marcó un antes y un después para Argentina; desarrollado el 14 de septiembre de 1923 en el estadio Polo Ground de Nueva York, fue el primer latinoamericano en combatir por el título mundial de los pesados, el juninense apodado "El Toro Salvaje de las Pampas", por el periodista neoyorquino Damon Runyon, enfrentó en un polémico combate denominado "La Pelea del Siglo" al campeón estadounidense Jack "El Martillo de Manassa" Dempsey. Mientras que en Argentina comenzaba el atardecer en la ciudad de Buenos Aires se vivió un hecho único: grupos de personas reunidas a lo largo de la avenida de Mayo, en los clubes y en la vivienda de todo aquel que disponía de un radiorreceptor; en Estados Unidos más de 80.000 espectadores se hicieron presentes en el estadio, cuando la campana dio inicio a la primera ronda donde el argentino derribó al estadounidense quien se recuperó rápidamente he hizo que visitara la lona en cinco oportunidades. Pero con hombría y guapeza luego de levantarse Firpo arremetió con una combinación de golpes llevándolo contra las cuerdas y con una derecha potente al mentón hizo caer fuera del cuadrilátero al mejor de todos los tiempos, cayendo encima de los periodistas. Johnny Gallagher, el árbitro de la contienda, sin contar debidamente reanudó el combate luego que Dempsey, con ayuda, lograra volver al ring 17 segundos después como si nada hubiese pasado. Finalmente, el argentino cayó dos veces más en el segundo asalto, quedando tendido en la lona y perdiendo así por knock out. El árbitro fue sentenciado por la comisión de Nueva York y Jack reconocía que el argentino había ganado esa noche, pero nada podía cambiar esa derrota.
Día del Boxeador
A partir de esa noche de disputa, que continúa hasta el día de hoy con esa imagen imborrable del estadounidense cayendo fuera de las cuerdas, gracias a Firpo, quien falleció en 1960 a sus 41 años, se celebra el Día del Boxeador.
Hoy, a 93 años de ese día que trajo consigo el fin a la prohibición de boxear por la Comisión Municipal de Box y la presión popular en 1924, les deseamos un muy feliz día a nuestros boxeadores y boxeadoras y les agradecemos por tanto brindado y por representarnos por todo el mundo. Agradecemos también a los promotores, entrenadores y periodistas que difunden este hermoso deporte.
Hoy los restos de Luis Angel Firpo descansan en una bóveda en el cementerio de Recoleta, junto a una estatua en su memoria. No sólo hoy, sino, todos los días deberían ser recordados estos guerreros para que sigan creciendo día a día y el boxeo local cuente con la ayuda que merece para que no dejen de luchar por esos sueños.
* Fernando Sabatini, corresponsal de "Campeones en el Ring", Radio libre AM 890 de Buenos Aires.
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