Por Andrés Pascual
Julito tuvo un round 12 tan grande como cualquiera de la historia
Cuando Benny Paret fue masacrado en el Garden en 1962 por Emile Griffith, la tragedia tuvo dos puntos de vista como resultado: el pobre cubano, lo mató el referí que no paró a tiempo el bout, el boxeo es un crimen…
Sin embargo, el fanático imparcial, incluso el paisano del gladiador fallecido, se vio obligado a reconocer que la campaña promocional creada por los apoderados del antillano de lengua castellana “se pasó de rosca”, tanto que fue una total falta de respeto hacia el nativo de Islas Vírgenes utilizar su orientación sexual como pabellón de una campaña injusta y desleal al deporte, que la colocó como tela de juicio permanente de la desafortunada cartilla: “el tipo es marica, ¿Por qué creen que trabaja en una fábrica de sombreros de mujer…?” Dicho por Paret y repetido mil veces.
Desde Cuba y para su columna editorial “3 Verdades” en Bohemia, el Maestro Eladio Secades había puntualizado, desde que fabricaron la rivalidad que degeneró en la muerte del cubano en 1960 que: “…nada bueno puede salir de esos comentarios tan poco inteligentes como peligrosos, quien trabaje con honestidad y esmero en una fábrica de sombreros para damas, es tan digno de respeto como el que se jugará la vida en el circuito de las Mil Millas de Italia este año…”
Y Griffith destruyó al villareño, que no se había recuperado de la forma como lo lastimó Gene Fullmer en una oportunidad como retador por la faja mediana en 1961, más criminal que la consumación fatal de la obra del nativo de Islas Vírgenes.
Emile peleó con odio pocas veces visto en el boxeo, le tiró cuanto golpe conocía, especialmente cuando lo tuvo a mansalva, inconsciente, entonces lo remató irremediablemente como a un enemigo de verdad.
Aquello, a pesar de las críticas, fue el descubrimiento de un nuevo arma para quienes manejan el boxeo con el objetivo de alimentar bajas pasiones; para arrastrar legiones de fanáticos enfermos de paisanismo, de regionalismo y hasta de la influencia política que, a los cubanos de la nueva ola, los apoyan por eso y ni lo reconocen ni lo aceptan; igual sucedió con Edwin Valero para los venezolanos, para los castro-chavistas y, sobre todo, para los anti-americanos. Es una marca registrada para manipular el poco o ningún conocimiento del deporte del fanático del tiempo actual, incluso para explotar su relativa formación cultural.
Pero la campaña sucia de hoy, que concluye el pleito con besos, abrazos y reconocimientos por lo que hizo el que, 36 minutos antes era mirado con odio caricaturesco, bueno para barrer un piso tan frágil que no soporta el escrutinio inteligente, la inició Cassius Clay, mulato bien parecido que se autoproclama “descendiente de la nobleza británica” (tuvo suerte, porque, con negros prietos y feos, herederos del ancestro que cohabitó el barracón de la plantación algodonera, no se entra por los ojos), a quien le permitían todo, le aplaudían todo y hasta le fabricaron un mito (entre Hank Kaplan y Howard Cousell apoyados por Angelo Dundee y Bert Sugar) por la dudosa clase extra de “lo mejor libra por libra”, que nunca debió fecundar.
Tras la derrota de Julito ante Maravilla, que muchos buenos observadores analizaron previamente la pelea como imposible de ganarla por el perdedor, a pesar de un round doce de altura que, si no llegara a integrar la historia de las Grandes Batallas del Ring será porque el joven demoró mucho tiempo el ataque y perdió la pelea apabulladoramente, después, el nuevo ídolo de Culiacán, dio positivo en test a… mariguana. ¿Asombroso? ¿Por qué? Esa es la marca registrada de una sociedad mundial que se cae a pedazos, tampoco lo sería si se declarara homosexual…entonces le hubieran hecho fiestas y no hubiera tenido que disculparse, no obstante, está al llegar el día en que fumar mariguana en cualquier lugar sea más común que tomar agua…
Como todas las campañas de promoción modernas, esta tuvo un ligero toque subido de sal que no afectó la comida, sin embargo, algunos cronistas llaman a “que no se limpie el piso con Chávez jr”
El problema es que entre el público mexicano y el resto hay una franca intolerancia de nacionalidad que ha llegado tan lejos que algunos “foristas” han comentado que el SEÑOR (así, con mayúsculas), JULIO CÉSAR CHÁVEZ, fue un paquete “palomeado”.
¿Resultado de qué es tan estúpido comentario? ni más ni menos que del complejo de inferioridad que existe ante la historia grandiosa del boxeo mexicano, superior al del resto del mundo después de Estados Unidos.
Para hundirse mejor en la neblina de la incoherencia, han utilizado la derrota del hijo de Chávez y el nombre del propio boxeador glorioso, con el fin de “limpiar el piso” y desacreditar no al pugilista que por poco acaba con Maravilla en un último round tan insuficiente como digno del recuerdo, sino lo imposible, el de la disciplina en un país que, por mucho que se esmeren, no pueden.
El resultado de esa pelea volvió a demostrar que entre “los hermanos latinos” no hay amistad ni, mucho menos, consideración juiciosa en momentos que lo ameritan: es la guerra de bajas pasiones creada en oficinas de gente interesada en todo menos en la salud del pasatiempo.
Ni la concordia humana ni la buena vecindad ni los traídos y llevados “lazos que nos unen” cuentan, porque no pagan ni la entrada al Foro ni la orden del PPV.