Alejandro Figueroa
"Esa de allá”, señala con el dedo índice, “es una placa de un auto de Cuba que alguien me trajo”, dice Ultiminio Ramos, un cubano-mexicano que camina como si cruzara arenas movedizas, con los ojos a punto de lágrimas y voz de abuelo cuenta cuentos.
El Consejo Mundial de Boxeo (CMB) rindió un homenaje a Ramos en su remodelada casona-cafetería (‘El secreto de ‘Sugar’) ubicada en el popular barrio de Santa María La Ribera en Ciudad de México porque
Ultiminio (74 años) fue el primer campeón mundial del CMB al ganar el título Pluma en 1963, del que hizo seis defensas.
"Me siento como nuevo, tan feliz y tan contento, que espero que algunos de los amigos míos que están en el medio boxístico reciban también este reconocimiento", dijo el ex monarca.
‘Sugar’ fue un boxeador de otra época. De la tv en blanco y negro, de los periódicos color sepia enmarcados, donde se inmortalizó con victorias que dieron lustre a su honor y nombre. Cuando ser alguien era la meta.
“Pásate, mi ‘champion, estás en tu casa”, dice Ultiminio, emocionado. “A México le debo todo, lo tengo en el alma. En la calle la gente me da amor y cariño, afecto”.
“Ahora me hacen un homenaje… son cosas que no cualquiera recibe”, agregó Ramos, mientras se fotogafría con todo el que se lo pide.
‘Sugar’ dejó Cuba al triunfo de la revolución que llevó al poder a Fidel Castro e hicieron huir al dictador Fulgencio Batista, el 1 de enero de 1959, y después se prohibió el boxeo profesional al implementarse el sistema comunista.
Ultiminio debió dejar Cuba y fue uno de los boxeadores de la isla que hizo historia en suelo mexicano, a donde llegó en 1961, para pulir su nombre en los años siguientes a punta de golpes.
Los años y las fragorosas batallas que tuvo mermaron su fuerza y lo hacen arrastrar la voz (en mayo de 2016 estuvo en terapia intensiva), pero las imágenes de Cuba siguen intactas.
Pedirle a Ramos sus recuerdos de Cuba lo hace poner su mano a la frente.
Rasca en la memoria. Sonríe. En su mente aún brillan los días en que comenzó en el boxeo, “cuando quería ser un chingón”, pues nadie en su familia había podido destacar en el pugilismo…
Era tardes calurosas, con sueños bañados en sudor, sus primeras peleas hasta la incipiente fama, las fiestas en el Hotel Plaza, el Hotel Nacional, donde se reunían los mafiosos: “Ahí pasaba de todo, mi socio”.
Habla de su llegada a Ciudad de México, de los salones de baile, del Hotel Virreyes, de las calles del centro histórico, de gimnasios y billares, de la gente que en la calle lo invitaba de todo y quería pagarle todo…
“Acá me hicieron sentir grande… y yo les pagué con mi boxeo, era un artista en el ring. No como ahora, que solo tiran golpes. Yo cumplí”.
Dos años después de llegar a México, en 1963, ante casi 30 mil fans en el Dodger Stadium de California, Ramos se convirtió en doble campeón mundial tras doblegar a Davey Moore por los títulos de Pluma del CMB y la AMB.
“Fue mi mejor combate, ‘champion’. Davey Moore me dio buena pelea, pero a mí no me paraba nadie. Me coroné campeón mundial Pluma y ese día fue como tocar el cielo”, dijo.
Moore falleció después del combate. Ultiminio queda corto de palabras, pero no hay cargo de conciencia: “Esto pasa, lo sabemos los que subimos al ring. Pude ser yo el muerto”.
Entonces se hizo asiduo visitante de California. Firmó seis defensas del cetro mundial. Era estelar en el Olympic Auditorium
“Ah, la gente de California. Qué raza tan linda, me apoyaron, fueron buenos esos años, ¡parecía que estaba en México!”
Pero ya no fue el mismo desde que cedió la corona a Vicente ‘Zurdo de Oro’ Saldívar en 1964. Aunque siguió peleando, no volvió a ser monarca mundial y se alejó del boxeo luego de caer ante César Sinda en El Forum de Inglewood, en 1972.
Se retiró con marca de 55-7-4; 40 nocauts.
Luego incursionó en el cine y la música, y hasta hace unos años se le podía ver con su grupo ‘Suaveson’, donde tocó de buena forma las ‘congas’ para sobrevivir…
“Eso ya no será, mi ‘champion’… o quién sabe, todo puede suceder”, sentencia Ramos, y se pone en guardia para las fotos.
¿Plata? Mi ‘champion’, si la hubo, ya se fue… Sólo puedo decir que los amo y los quiero a todos”, susurra Ultiminio, entre lágrimas, con voz cansada, y sobando la medalla que le dieron.
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