Un 22 de mayo de 1976, el mismo día que asesinaron a Oscar Bonavena, el oriundo de Vedia, protagonizó una de las peleas más sangrientas de la historia del boxeo mundial, venciendo por nocaut al norteamericano y reteniendo la corona mundial semipesado AMB.
Por redacción diario El Litoral/Santa Fe
Uno de los grandes del boxeo argentino fue Víctor Emilio Galíndez, nacido un 25 de mayo de 1948 en Vedia, provincia de Buenos Aires. Obtuvo dos veces el título mundial de peso semicompleto en 1974 y 1979, uno de los tres iberoamericanos en haberlo logrado hasta 2009. Ganó la medalla de plata en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1967.
Tuvo un registro de 52 peleas ganadas (34 por nocaut), 9 perdidas, 4 empates y 2 sin decisión, lo que le valió su ingreso al Salón Internacional de la Fama del Boxeo. Pero su espectacular victoria por nocaut, sobre Richie Kates, el 22 de mayo de 1976 es uno de los momentos más recordados del deporte argentino.
Galíndez murió el 26 de octubre de 1980, a los 31 años, atropellado por el Ford Falcon de Marcial Feijoó, durante una competencia de Turismo Carretera, en la localidad de 25 de Mayo.
Ese día debutaba como acompañante del experimentado piloto Antonio Lizeviche, tras abandonar en esta competencia y retornar a pie por el borde de la ruta. Tanto Galíndez como Lizeviche fallecieron instantáneamente. La temporada 1981 de Turismo Carretera se llamó “Torneo Lizeviche-Galíndez”, en homenaje a ambos.
Inolvidable y dramática
Hace 40 años, el argentino retenía el título mundial en una pelea épica. Ganó por KO tras pelear más de 12 rounds con un enorme corte en el ojo, en un baño de sangre. La camisa manchada del árbitro se encuentra hoy en día en el Museo de Boxeo.
La sede del combate fue Johanesburgo y el argentino combatió desde el tercer round -en aquella época las peleas por el título eran a quince asaltos-, con un profundo corte en su ojo derecho, producto de un choque con la cabeza de su rival.
De esa herida manaba una enorme cantidad de sangre que horrorizaba a las 42 mil personas que se encontraban en el estadio Rand, y que el argentino se fue limpiando en la camisa del árbitro Stanley Christodoulou, comentó el diario Clarín de aquella época.
“Me bajan muerto”
“Me duele, no veo nada, pero de aquí me bajan muerto, ajústenme los guantes, Tito…”, le dijo Galíndez a su manager, Juan Carlos Lectoure, en su rincón, según contó la crónica de El Gráfico.
El empresario había señalado: “Si paramos, nos quitan la corona; no hay más remedio que seguir…”.
Aquel corte fue definido por el propio Kates como el más grande que vio en su vida. El norteamericano siempre destacó aquella pelea como una bisagra en su carrera. “Yo nunca volví a ser el mismo después de la primera pelea con Galindez”, repetía.
Trece meses después, el argentino le volvería a ganar, esta vez en Roma y por puntos.
A pesar de que las circunstancias le resultaban favorables para ganar la pelea, Kates fue sorprendido al final, como el mismo contó: “De pronto me encontré con la zurda de él (un gancho), una mano fantasma que salió de la nada. Fue el combate más espectacular que vi en mi vida”, contaría 35 años después el árbitro Stanley Christodoulou, quien agregó que “hasta los periodistas se paraban y le pedían a los boxeadores que no pararan de pegar”.
La camisa celeste ensangrentada que usó en esa pelea es aún hoy la pieza más importante del Museo de Boxeo de Sudáfrica. Y así el legado de Galíndez, uno de los boxeadores más guapos que dio Argentina y fallecido en octubre de 1980 durante un accidente en una competencia de automovilismo, sigue vivo en un rincón de Johanesburgo.
Lloró por Bonavena
Galíndez, guapo como pocos, obtuvo una de las victorias más gloriosas del boxeo argentino, pero la muerte de su amigo Oscar “Ringo” Bonavena lo hizo llorar inmediatamente después de aquel momento.
El crimen de “Ringo” fue en Reno, en Estados Unidos y lo asesinó Williard Ross Brymer, el encargado de seguridad del burdel Mustang Ranch, de Joe Conforte, que disparó la escopeta que le puso fin a la vida del argentino.
Grandote de físico, con voz de chiquilín, que llamaba la atención por su particular físico, con pies planos y piernas flacas, pero con un coraje a toda prueba. En aquel entonces, había tomado forma que la muerte de Ringo fue por una probable venganza de Conforte, celoso por la amistad de su esposa Sally, con el pugilista argentino.
Bonavena nunca llegó a ser campeón mundial, pero igualmente se lució en los Estados Unidos; incluso, por poco le gana por KO, el 7 de diciembre de 1970, nada menos que a Muhammad Alí en el mismísimo Madison Square Garden; sin embargo, el extraordinario Alí dio vuelta la historia y noqueó al hincha de Huracán en el último (15º) round.
Zora Folley, Jimmy Ellis y Joe Frazier fueron otros de sus encumbrados rivales. En 1965, Ringo se convirtió en campeón del pueblo argentino: 25.236 espectadores, el récord de concurrencia para el Luna Park, vieron cómo le ganó a otro ídolo tan popular como él, aunque menos carismático: Gregorio Goyo Peralta.
Con la guapeza como principal punto en común, Galíndez y Bonavena fueron muy amigos.
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