El boxeo profesional en los EEUU se divide entre organismos, promotoras, grandes cadenas de televisión y, claro está, los pugilistas. Las carteleras son organizadas para presentar peleas de campeonato o batallas eliminatorias para que los vencedores disputen títulos mundiales. Se entiende que cualquier monarca universal siempre será bienvenido a esa ecuación. Pero no es así. Ese escenario también se divide entre campeones reconocidos, campeones inactivos y campeones olvidados. De los primeros hablamos a diario, de los segundos hablamos de las peleas que no realizarán y de los últimos no hablamos nada. Hoy buscaremos a algunos olvidados, mencionaremos algunos inactivos y dejaremos de lado, por una columna así sea, a los reconocidos de siempre.
La lista de inactivos puede ser flexible según las circunstancias, pero en este inicio de septiembre hay dos campeones que merecen ocupar los primeros lugares. Son los cubanos Guillermo Rigondeaux y Erislandy Lara. Del primero poca cosa queda por agregar a todo lo escrito: es uno de los mejores Libra por Libra del momento y para muchos el mejor boxeador cubano de toda la historia. El resto se divide entre los que suelen catalogarlo como el campeón más aburrido de la historia o los que del otro extremo lo apuntan como el campeón más evitado de la historia. Sea por lo que sea, Rigondeaux hoy tiene el indeseado honor de encabezar la lista de los inactivos.
Cuando citamos la palabra inactividad, aclaramos que nos referimos a la falta de batallas obvias, o sea, de campeones contra campeones o que enfrentan a los mejores de su tiempo. Y en ese grupo debemos incluir a Erislandy Lara, uno de los dos monarcas de la AMB en las 154 libras. Hasta 2014 Lara tuvo buenos rivales, perdió apenas con Paul Williams y Canelo Álvarez, dos peleas cuyos resultados ajustados se pudieron prestar a controversias. Muchos lo vieron ganar. Es posible que su estilo elusivo encuentre resistencia en un sector de la fanaticada, pero su calidad boxística – al igual que en el caso de Rigondeaux – no está en discusión. Sin embargo ninguna de las grandes figuras de la división lo menciona como futuro rival. Lara no encuentra tampoco rivales al nivel de su palmarés, su futuro luce complicado y su atractivo se sigue apagando pese al título que ostenta.
Y si los campeones inactivos sufren para encontrar buenos rivales, los campeones olvidados no necesitan sufrir por ese karma. Pese a sus títulos universales, en la meca del boxeo ellos simplemente no existen. Las razones pueden ser muchas, pero cualquier argumento que busquemos para explicar la razón del olvido siempre terminará en el mismo callejón sin salida: el interés de las cadenas de TV es el primero de los intereses. Y a veces, para despertar su interés ni siquiera es necesario ser campeón. Los códigos aquí muchas veces huyen de la lógica.
Por ello, hay monarcas con números en su palmarés que ameritarían su presencia defendiendo sus títulos en grandes carteleras, sin embargo sucede todo lo contrario. Es el caso del campeón welter Jr. De la FIB, el ruso Eduard Troyanovsky que inició su carrera en Alemania donde peleó hasta que obtuvo su primer título europeo en el 2010. Desde entonces regresó a Rusia y de allí nunca más salió. Todas sus defensas fueron en su país. En una división donde en fecha reciente no dudaron en unificar un título bajo sistema de PPV (Crawford vs. Postol), suena extraño que Troyanovsky no haya hecho ya sus maletas buscando triunfar en el gran escenario del boxeo.
Otro ejemplo elocuente de itinerarios de monarcas que parecen ser campeones de otro planeta, es el del titular mosca de la FIB, el filipino John Riel Casimero un verdadero trotamundos que además de su país ha peleado en China, Tailandia, México, Panamá, Argentina, Nicaragua y el 10 de septiembre defenderá en Londres, pero nunca lo hizo en USA ni tampoco aparece entre los posibles rivales de las grandes figuras actuales de la categoría como Román Chocolatito González o Juan Francisco Estrada.
A Casimero sumemos al campeón CMB de los gallos, el japonés Shinsuke Yamanaka, que ostenta ese título desde el 2011 habiendo realizado toda su carrera en Japón donde ha recibido y vencido entre otros a Vic Darchinyan, Liborio Solís o Anselmo Moreno al que enfrentará en revancha el próximo 16 de septiembre.
Pero el caso más emblemático de todos, quizás, sea el del campeón interino AMB del peso mediano, el venezolano Alfonso Blanco (12-0-0 con 5 KOs) que peleo por última vez en octubre del 2015 en el Poliedro de Caracas, cuando la AMB le concedió ese título interino luego de vencer en las tarjetas al ruso de 41 años Sergey Khomitsky , que al momento de la pelea ostentaba un record de 30-12-3 con 13 KOs. Lo curioso es que Blanco debutó y realizó sus primeras ocho peleas en USA. Sus últimas cuatro batallas fueron en Venezuela donde llegó a ese título. Tomando en cuenta que en esa misma división la AMB tiene a Daniel Jacobs como campeón regular y a Gennady Golvkin como súper campeón, se hace difícil entender el lugar que ocupa Alfonso Blanco y lo que ocurrirá con él en el futuro. Por lo pronto, de él nadie habla. Es el más olvidado.
Los ejemplos señalados son solo eso, ejemplos. Hay muchos más. La existencia de campeones regulares, súper campeones y campeones interinos, sumados a los poseedores de otros títulos menores como el Internacional o Plata, sin mencionar al de organismos regionales, ha hecho colapsar la capacidad retentiva de los fanáticos. Como que hay demasiados campeones y demasiados títulos para tan poco espacio donde mostrar la razón para ser poseedores de esas diademas.
Los grandes organismos son los que proveen de campeones al negocio, las promotoras grandes o pequeñas administran sus carreras y las cadenas de TV invierten su tiempo en presentar sus peleas. Las promotoras protegen a sus campeones o simplemente tienen problemas para cruzarlos con rivales de otras promotoras, entonces muchas veces no hay más remedio que organizar riñas familiares entre oponentes de un mismo establo. Al final de la cadena, el fanático fiel se alimenta cada día más con peleas de poco nivel o decididamente mediocres. No es un descubrimiento insistir en que se camina por el camino incorrecto hacia el precipicio de este deporte como negocio rentable. Quizás, haya llegado el momento de introducir en esa cadena alguna suerte de juez que determine calidades para mejorar el show y al mismo tiempo se decidan a renovar el establo con nuevas figuras. En ese caso, hasta se podría recurrir a los campeones olvidados. ¿Por qué no? Tal vez, en su protagonismo desdeñado podría estar la salvación de este negocio. Quién sabe.
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