La batalla estelar de la súper cartelera de Top Rank y ESPN en el Madison Square Garden fue tal como la esperábamos: una guerra sin cuartel.
José Ramírez y Amir Imam protagonizaron una pelea épica, que contra todos los pronósticos se fue a la distancia y que se llevó el californiano en las tarjetas, logrando con ello el vacante cetro CMB de las 140 libras, al cual renunció Terence Crawford para subir a las 147 libras, y un cinturón conmemorativo del Consejo, ya que ésta fue la número 2 mil en peleas de campeonato del organismo.
Ahora, como lo informó el Consejo Mundial de Boxeo, deberá enfrentar al otro monarca interino, Regis Prograis, quien el sábado anterior obtuviera ese derecho luego de vencer por la vía rápida al namibio Julius Indongo.
El combate entre Ramírez y Imam trajo la emoción del intercambio agresivo y fue un digno homenaje a los dos históricos promotores del boxeo mundial, Bob Arum y Don King, quienws una vez más se enfrentaban a través de sus pupilos.
Presión sin precisión de Ramírez
De antemano, no había dudas sobre el estilo que impondría Ramírez en el ring: presión y volumen de golpeo. Con las dos manos, por donde cayera, sin dar tregua y buscando el KO casi con desesperación. Tomando riesgos y sin darle respeto al contragolpe de Imam. Ramírez no demoró nada en someter a su rival al acoso permanente e impuso el tipo de boxeo que presumíamos: uno atacando el otro evitando y contragolpeando.
De antemano, no había dudas sobre el estilo que impondría Ramírez en el ring: presión y volumen de golpeo. Con las dos manos, por donde cayera, sin dar tregua y buscando el KO casi con desesperación. Tomando riesgos y sin darle respeto al contragolpe de Imam. Ramírez no demoró nada en someter a su rival al acoso permanente e impuso el tipo de boxeo que presumíamos: uno atacando el otro evitando y contragolpeando.
Al menos así transcurrieron los primeros episodios: Amim obligado a cumplir un papel en donde no se siente cómodo, o sea, salir por piernas del asedio, controlar su territorio con el jab y lanzar rectas desde su mejor distancia. En ese tramo de pelea, cuando Ramírez conseguía invadir su espacio, utilizaba el hombro la velocidad de cuerpeo para pasar golpes y probaba con el gancho por adentro, con buen acierto cada vez que lo intentaba.
En una escena que se repetiría durante casi toda la batalla, Ramírez tenía el control ofensivo, insistía por arriba en su golpeo con las dos manos y por momentos variaba para sorprender con el doble gancho a la zona media. Eran muchos golpes lanzados y muchos golpes errados o que golpeaban en los brazos de Imam. Su cuerpeo era efectivo y si bien lanzaba menos, acertaba más. Fue el gran mérito de Amim. Variar permanentemente en su boxeo, moverse por todo el ring con una postura mayormente perfilada para dificultarle el golpeo a Ramírez y por momentos sorprender con rápidas combinaciones.
Hasta el quinto episodio vimos una pelea pareja y de estilos claramente marcados. Presión, acoso y ansiedad ofensiva de Ramírez contra elusividad, contragolpe y mejor acierto en el golpeo para Imam, pero todo empezó a cambiar en el sexto asalto. Amim empezó a sentir el cansancio y le bajó revoluciones a su movilidad, algo que le permitió mejorar el acierto en su golpeo a Ramírez.
Fue precisamente en uno de esos momentos de irresolución en el sexto asalto, que le llegó una derecha tremenda a la cara, que lo conmovió, le obligó a amarrar y recurrir al intercambio en corto.
‘La locomotora’ Ramírez
En el séptimo asalto se vio otra pelea. El californiano aumentó la presión y empezó a lastimar con sus golpes de poder a su rival. El rostro de Amim no tardó en mostrar las huellas de ese castigo. Ramírez le obligó a preocuparse en demasía en la defensa y no encontraba oportunidades para soltar sus golpes. Algunos contragolpes, un par de combinaciones, pero Ramírez absorbía todo si mostrarse lastimado en ningún momento.
En el séptimo asalto se vio otra pelea. El californiano aumentó la presión y empezó a lastimar con sus golpes de poder a su rival. El rostro de Amim no tardó en mostrar las huellas de ese castigo. Ramírez le obligó a preocuparse en demasía en la defensa y no encontraba oportunidades para soltar sus golpes. Algunos contragolpes, un par de combinaciones, pero Ramírez absorbía todo si mostrarse lastimado en ningún momento.
Para el octavo, sin embargo, Amim volvió recuperado y ganó un nuevo aire. Asimiló golpes, se movió con inteligencia y cuando se paró a intercambiar fue excelente su cuerpeo. En ese asalto y en el noveno se vieron momentos de mucha emoción, con intercambios en el centro del ring al tú por tú. Ramírez aumento el ritmo, pero la ansiedad le hizo fallar muchos golpes, mérito de Imam que le devolvió buena metralla por el medio y por afuera.
El décimo asalto fue decisivo para volcar la pelea al vencedor. Imam trabajó de manera excelente el jab y coloco varios ganchos al cuerpo y el rostro de Ramírez, sin embargo, una izquierda poderosa lo puso mal y estuvo a punto de ser noqueado. Los dos últimos asaltos fueron un concierto de golpes por parte del californiano que Amim soportó de manera heroica e, incluso, trató de responder, aunque se vio abrumado por un Ramírez que mantuvo el mismo ritmo durante toda la pelea.
Al final, nadie tenía dudas de quien había ganado, la única incógnita era la forma en que los jueces vieron la pelea: John McKaie 111-117, Max DeLuca 113-115 y John Stewart 108-120. La tarjeta de Stewart, indudablemente, fue de otra pelea. En absoluto existió tanta diferencia a favor del vencedor.
Una vez más, las desigualdades en las tarjetas, apreciación de los jueces posiblemente influenciada por el estilo de su preferencia: agresivo o elusivo, púgiles técnicos o fajadores.
En esta batalla hubo un claro choque de estilos y en ese duelo, por momentos, la estrategia del técnico cumplía su cometido, mientras que el agresivo erraba más de lo que acertaba. Especialmente en la primera mitad de la pelea hubo asaltos parejos y de buena dinámica por parte de ambos. Es correcta la victoria unánime de Ramírez, pero es preocupante que las visiones de los tres jueces sean tan diferentes entre sí.
En conclusión, José Ramírez llegó a su meta o al menos empezó a llegar a la misma con la obtención de su primer cinturón universal. Ahora deberá refrendarlo ante el otro monarca interino en una pelea que, de antemano, luce tan o más emocionante que la presenciada en la noche del sábado en el Madison Square Garden.
El también invicto Regis Prograis es un boxeador de estilo agresivo, de mucho poder en las manos y que no rehúye el intercambio. Entre los dos habrá un verdadero choque de trenes, razón que justifica aún más la denominación de locomotora, a la presión y el golpeo abrumador de un nuevo campeón que levanta la platea y contra el cual tendrán que llegar dispuestos al intercambio feroz, aquellos que quieran destronarlo.
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