"Chocolatito". Viendo a todos los retadores del pinolero, no hay quien le quite el sueño y altere sus nervios. Su boxeo compacto, flexible y fiero, no permite aproximaciones. Tanto Thurman como García, las figuras cumbres del peso Welter, están distantes, y también Golovkin, Kovalev y Ward. Solo Lomachenko, casi de la misma edad, podría llegar a ser amenaza.
Mientras el boxeo mundial considera a nuestro Román “Chocolatito” González, una joya de brillantez cegadora, aquí en casa, hay quienes viven buscando idiotamente, cómo cuestionarlo por ser calificado el mejor del mundo libra por libra.
Alexis Argüello supo lo que era eso, aunque con menor insistencia. “Es un inflado”, dijeron de él los cáusticos, cuando perdió con Ernesto “Ñato” Marcel en Panamá, y aún como vencedor de Olivares colocando sobre el tapete su punch demoledor, varios pensaron que no lograría llegar a ser un campeón sólido. Sin avanzar invicto tan largo como Román, le tomó tiempo al “Flaco Explosivo”, vencer y convencer. Siempre, el periodismo de otros países, lo bañó de mayores elogios que aquí. Es lo que está ocurriendo con “Chocolatito”. Lo ven más grande afuera, que adentro. Y eso debería golpearnos.
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THURMAN QUEDÓ CORTO
Hemos visto pelear a los todos los que se encuentran en el siempre discutible ranking libra por libra, y sin deslizarnos sobre la alfombra del nacionalismo, ni exagerar, estamos seguros que “Chocolatito”, es el mejor de todos. Lo que ofrecieron hace unos días Keith Thurman y Danny García, fue una prueba más de esa apreciación. Se hizo tal promoción de esa pelea por el cinturón Welter, uno de los más visibles y valorados, que no quería perderme, ni un gesto, ni una mirada, y mucho menos un golpe. Los primeros asaltos me obligaron a estar de pie, sintiendo que la piel se erizaba. Pero Thurman y García, excepto en ciertos pasajes, utilizaron sus celulares para saber el uno del otro. La pelea cambió de ritmo y las emociones huyeron espantadas por la cautela. Al final, las imágenes del vencedor Thurman y el derrotado García, se veían borrosas.
PELEADORES DE VERDAD
Moviéndose en reversa para exhibir su agilidad de piernas y flexibilidad de cuello y cintura, Thurman se olvidó de pelear, en tanto García, no mostraba apuro en presionar, pese a estar consciente que se encontraba en desventaja. Recuerdo a Carlos Cuadras retrocediendo sin poder quitarse de encima a Román, golpeando al nica y recibiendo, buscando espacios para penetrar sin encontrarlos. Los peleadores de verdad son como Ray “Sugar” Leonard, siempre agitado, agresivo y sin temor como frente a Durán, a Hearns y Hagler, a veces perdiendo o empatando, y mayoritariamente ganando, construyendo su reputación. O como Alí frente a Frazier, Norton, Foreman y Shavers, golpeado sin perder su bravura y su arte, incluso para los amarres. Lo mismo podemos decir de Oscar de la Hoya, excepto en aquel extraño cierre con Trinidad.
UN PÚGIL COMPLETO
La mayor aproximación a un boxeador total es Román. Quizás el proceso evolutivo del ucraniano Vasyl Lomachenko, de 29 años, y apenas 8 peleas profesionales, lo lleve a ese nivel después de la espectacular trayectoria que trazó en el amateurismo, incluyendo la conquista de dos títulos olímpicos, pero por ahora, también está detrás del pinolero, como lo están Ward, Golovkin, Canelo, Kovalev y quien se les ocurra. Peleador bravo y cargado de destreza, Román es peleador efectivo en todas las distancias, fuerte en el cuerpo a cuerpo, contragolpeador oportuno, con el atrevimiento requerido para cualquier propuesta, hábil para entrar y salir, capaz de soportar castigo para poder aplicarlo confiando en su asimilación. No hay manera de señalar a alguien mejor que él. Ni Thurman ni García pueden incomodarlo. De eso tenemos que estar claros.
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