El sábado 9 de diciembre terminó la carrera profesional de Orlando "Siri" Salido. Fueron más de veinte años de boxeo profesional, más de sesenta guerras en el ring y una larga historia de emociones inolvidables que a sangre y coraje consiguió construir sobre dramáticas victorias y angustiantes derrotas.
Salido no fue el campeón perfecto, no fue el fajador indestructible. Fue algo más auténtico. "El Siri", por sobre todas las cosas, fue el obrero de la vida, el sobreviviente, el chofer de UBER, el guerrero irrepetible, el ser el humilde con clase, el hombre común, el ídolo sencillo e increíblemente humano.
Salido fue uno más de nosotros, dando guerra por la vida. Una guerra que lo empujó al ring, donde cada vez que cayó y se levantó; cada vez que perdió, regresó por la revancha con la misma determinación. ¡Vaya! Él nos enseñó mucho sobre el coraje.
En esos momentos todos fuimos Salido. Porque la vida es un escenario parecido, donde todos nos enfrentamos contra todos por nuestra sobrevivencia cotidiana. Nos enfrentamos al destino cuando manejamos en medio de un tránsito con reglas pero sin reglas. Nos enfrentamos a la sobrevivencia en nuestros trabajos, en nuestros vecindarios, en el lugar donde estudiamos y hasta en ese aparente e idílico mundo familiar donde nunca los demás son lo que aparentan o nosotros mismos no somos lo que creemos que somos.
El boxeo es eso mismo, pero sin máscaras ni hipocresías. El boxeo parece inhumano pero no lo es. Simplemente, es la esencia del ser humano llevada a su grado animal y por paradoja a la inocencia de lo obvio. Porque en este deporte hay reglas, porque se enfrentan entre iguales, porque hay jueces y porque el que sube a pelear en un ring lo hace por su libre y espontánea voluntad. O sea, no hay trampas, no hay cuchillazos por la espalda, no hay mentiras. Es aquello que vemos en estado puro y luego todo termina en un abrazo.
Y ese mundo tiene héroes, tiene figuras que cautivan y le dan razón a la naturaleza del boxeo como deporte, sustentado en la más inofensiva de las violencias. El sábado, vimos a uno de esos héroes decirle adiós al boxeo. Le vimos decir adiós en una suerte de canción que sonó de muchas maneras en nuestros oídos, que nos erizó el alma y nos permitió el homenaje de las lágrimas. Porque el que merecía irse con un triunfo, se fue con una dura derrota.
Salido dijo "hasta aquí llegué". Sentimos alivio por un lado y en ese mismo instante empezamos a sentir nostalgia. Como en una sucesión de imágenes, que nuestra memoria conserva como uno de sus tesoros más preciados, lo vimos al "Siri" de todas sus heroicas batallas. Lo vimos triunfador, lo vimos derrotado; lo vimos golpeando y siendo golpeado.
Recordamos con emoción y sentimientos que solo un fanático comprende, al "Siri" rebelde, al que caía y se levantaba una y otra vez, al que soportaba castigo sin medir consecuencias, sin quejas, "a lo puro macho". Porque al final del día y de todos los días, eso es el boxeo. Un deporte de hombres que no gimen, que eligieron el sufrimiento, que enfrentaron a sus propios miedos, que eligieron tentar a la gloria para solventar una necesidad tan básica y elemental como darle de comer a su cuerpo y alimentar a sus familias o muchas veces eligieron al boxeo como su única tabla de salvación.
Orlando Salido ha sido "todos nosotros" en el ring. Trabajando duro para justificar cada recompensa, cada aplauso, cada elogio en los títulos de la prensa. Exigiéndose hasta el alma, hasta el último sudor para vencer al rival. Demostrando que el corazón y la raza no es un invento de la mercadotecnia. Salido fue el mismo siempre, antes y después cada victoria o cada derrota. Con hidalguía y humildad. Respetando al vencedor y al vencido por igual. Sin excusas, orgulloso por sus heridas de guerra y enseñándonos a todos que cada ciudadano común a este mundo viene a lucharla con dignidad, sin claudicaciones. Perdiendo hoy y ganando mañana.
SALON DE LA FAMA SI, SALON DE LA FAMA NO
En las redes sociales, ya se instaló la esperada discusión sobre sus merecimientos para ser considerado o no al Salón de la Fama. No debe haber discusión ni controversia sobre ese punto. ¡Claro que merece ser considerado y directamente colocado en el mejor lugar del Salón de la Fama!
No hay necesidad de buscar argumentos en su estadística. La tecnología hoy permite ver sus peleas. ¡Véanlas! Hasta por un ejercicio de graduación en la Universidad de la vida y el coraje, es casi una obligación volver a ver sus combates. Pero no solo sus peleas. Busquen la verdadera estadística, la de las batallas nominadas y elegidas por unanimidad como peleas del año. Sin necesidad de verificar ese número, tengo certeza que Salido fue el púgil que más veces ha estado presente en las peleas nominadas de los últimos tres quinquenios.
El sábado 9 de diciembre, un guerrero como pocos terminó su historia en el boxeo activo. ¡Qué bueno que exista la historia! ¡Qué bueno que exista la memoria! Allí lo seguiremos viendo, cayendo y levantándose, una vez y otra, otra y otra. Hasta el infinito, lo mantendremos en nuestro recuerdo dando guerra, repartiendo coraje e inspirando al hombre común a no claudicar. Porque a este mundo se viene a luchar por nuestras metas, por nuestra sobrevivencia y Orlando Salido nos enseñó el camino.
¡Gracias Campeón, nuestro eterno Campeón!
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