Vasyl Lomachenko mantuvo su cetro mundial OMB de los Súperplumas sin ninguna clase de problemas ante Miguel Marriaga en una pelea que no fue pelea.
De antemano se sabía que el ucraniano era infinitamente superior, se sabía que su rapidez e inteligencia boxística eran de otro nivel frente al colombiano, pero, aún así, se esperaba otra cosa.
Marriaga nos sorprendió a todos con su cambio de estilo. No fue al intercambio, se vio atribulado, se sintió perdido antes de subir al ring y sólo subió a sobrevivir hasta donde pudiera, hasta donde se lo permitiera el rival o como terminó ocurriendo, hasta que su esquina dijera “basta”.
El Marriaga que perdió dando guerra ante Nicholas Walters y a Óscar Valdez fue una cosa; el que enfrentó a Vasyl Lomachenko este sábado en el Microsoft Theater de Los Ángeles, California, por la pantalla de ESPN, fue algo muy diferente.
Si bien la velocidad y calidad del ucraniano suelen hacer ver torpes a sus rivales, definitivamente su rival de este sábado no llegó ni por asomo preparado para enfrentarlo. O sea, Lomachenko ganó, lució, hasta equivocadamente fanfarroneó por momentos para ayudar a borrar el aburrimiento, pero nos dejó a todos en el mismo lugar donde estábamos antes de esta pelea.
No demostró nada nuevo, no hubo pelea.
La pelea que no vimos
Ante Óscar Valdez, Miguel Marriaga pasó golpes, recurrió permanentemente al cuerpeo defensivo y devolvió cada impacto lanzado por el mexicano con sus combinaciones de poder.
Ante Óscar Valdez, Miguel Marriaga pasó golpes, recurrió permanentemente al cuerpeo defensivo y devolvió cada impacto lanzado por el mexicano con sus combinaciones de poder.
En esa oportunidad, algunas acertaron y otras no, pero su actitud en el ring sirvió para demostrar la casta de guerrero.
Ante Lomachenko podía hacerlo porque el estilo del ucraniano era el idóneo para esperar, cuerpear y contragolpear, pero no lo hizo. Por el contrario, le cedió toda la iniciativa a Lomachenko, lo cual ante un púgil de su velocidad y capacidad es un suicidio.
A cada embate del ucraniano, Marriaga intentaba salir por piernas hacia la derecha del rival, luego de transformar su jab de izquierda en un inofensivo golpe por afuera que, si bien a veces llegaba al rostro de Lomachenko, no alcanzaba ni para conmoverlo. En algún momento, también vimos al colombiano intentar llegarle a la zona media del rival, pero no insistió con ese argumento.
En la previa era una guerra de estilos, pero termino siendo una triste “caza del gato al ratón”. En resumen: nadie vio la pelea que esperaba ver. Todo fue demasiado fácil para el campeón. No hubo agresividad en el rival y Lomachenko aprovechó para lucir su esgrima de ballet, con algunas payasadas cuestionables, ya que no hay mérito alguno en sobrarse de un rival tan inofensivo como terminó siendo el colombiano.
Velocidad, salida para golpear desde los ángulos laterales, recibir algunos golpes para ver su asimilación, conectar en retroceso, lanzar en movimiento, pararse a golpear e invitar al intercambio abierto. Lomachenko hizo todo lo que siempre hace y también aquello que nunca hace.
El combate daba para hacer lo que se le antojara. Así y todo, no pudo lastimar a Marriaga de un solo golpe, así y todo, no pudo terminar la pelea en el ring. La paró la esquina cuando vio que su pupilo se caía sin que lo golpearan, totalmente perdido ante tanta acumulación de golpeo sobre su humanidad.
Incluso, las dos caídas del colombiano no fueron de golpes claros, más bien se enredó en un movimiento de piernas al que no está acostumbrado y ayudó a las caídas.
En la pelea esperada, en la que no vimos, el combate debió llegar a la distancia. En la pelea que vimos ocurrió la segunda alternativa de nuestro pronóstico: detuvieron la batalla.
Precisamente en nuestra previa, pronosticamos “una victoria cómoda en las tarjetas para el ucraniano. No hay que descartar el KO, aunque si el mismo llega, será por acumulación de golpes sobre la humanidad de Marriaga, algo que perfectamente podría llevar a detener la pelea durante los últimos asaltos”.
Marriaga fue un error de cálculo
Especulando sobre las razones elegidas para tomar al colombiano como rival, lo primero que pensamos fue en la necesidad de enfrentar al ucraniano a un rival de mayor extensión de brazos, más alto y acostumbrado a fajarse e ir a la pelea dura.
Especulando sobre las razones elegidas para tomar al colombiano como rival, lo primero que pensamos fue en la necesidad de enfrentar al ucraniano a un rival de mayor extensión de brazos, más alto y acostumbrado a fajarse e ir a la pelea dura.
El fundamento de la especulación pasaba por la posible idea de llevar a Lomachenko a las 135 libras y empezar con la pelea ante Marriaga esa aclimatación a un boxeo más exigente como el que encontrará en esa división. Si esa era la idea, se equivocaron.
Marriaga no dio la talla o no pudo, lo cual es otro misterio.
El colombiano venía de una dura pelea contra Óscar Valdez y aún no había regresado al gimnasio cuando le llegó la noticia sorpresiva de esta pelea. Al apuro por prepararse a una batalla en un peso superior al suyo, se encontraba la otra duda: ¿el intenso golpeo de su pelea contra Valdez pudo generar alguna lesión o desgaste que pudiera disminuir sus condiciones?
Eso le pregunté a Marriaga en una entrevista que le hice 15 días antes de este combate y respondió que estaba bien y llegaría sin problemas a la pelea con el ucraniano.
A la pelea llegó sin problemas, pero su boxeo estuvo lejos de su nivel, demasiado lejos de lo esperado. Por ello, la duda sobre su verdadero estado físico persistirá.
En la entrevista publicada el 19 de julio, Marriaga me dijo: "Todo el mundo sabe que soy un boxeador aguerrido, que va encima, que va hacia adelante y no cambiaré esa actitud. Pondré mucha presión".
Pero, no lo hizo. Hubo cambio de estrategia y apenas la sobrevivencia en el cuadrilátero fue el único plan utilizado. Demasiado poco, algo que extraña bastante.
Si tenemos en cuenta las expectativas que genera Vasyl Lomachenko, subirlo al ring a realizar este tipo de combates no genera más que números positivos en su estadística. Su calidad boxística no ha estado y tampoco estará en discusión, pero si pretendidamente se alega que su boxeo es de otra galaxia, permitan entonces que enfrente a guerreros capaces de ponerlo a prueba como corresponde.
Al final de la pelea, Lomachenko le dijo a nuestro Bernardo Osuna que desea unificar con otros campeones. Sólo hay dos con capacidad de darle buena pelea: Gervonta Davis (FIB) y Miguel Berchelt (CMB).
Davis pelea el 26 de agosto y Berchelt, lesionado, no regresa sino hasta 2018.
Podríamos imaginarnos un choque atractivo si Top Rank decide subir a otra de sus figuras, Óscar Valdez, a las 130 libras, pero el mexicano tiene defensa de su cetro OMB en septiembre.
Tampoco podemos tener muchas esperanzas de una buena pelea en 135 libras. Al único disponible en este 2017, lo vimos más temprano: Raymundo Beltrán, quien ostenta un título regional. Pero, contra el mexicano de 36 años, sería más de lo mismo.
No está fácil imaginarle el futuro inmediato a Vasyl Lomachenko, pero si tomamos en cuenta lo que vimos este sábado ante Miguel Marriaga, Top Rank tiene que encender sus luces de peligro.
No deben ni pueden cometer otro error de cálculo como el de este sábado. Tener al mejor para que no luzca contra los mejores carece de sentido. Esmérense en encontrarle un rival de verdad.
Ya es tiempo de que Lomachenko nos venda aquello para lo cual está más que preparado.
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