En una esquina Alberto Salcedo Ramos, colombiano, escritor, periodista, amante del boxeo, recién llegado a Medellín desde París, donde editaron en francés su libro El oro y la oscuridad. La gloriosa y trágica historia de Kid Pambelé, cronista de la palabra escrita, cronista de la oralidad. En la otra esquina Ricardo “El Finito” López, mexicano, campeón mundial peso paja ( retirado invicto), conferencista, comentarista, lector empedernido. No hay tercer hombre ni mujer en la arena, solo un público con ganas de ver este torneo de palabras.
El ring donde se monta este par de caballos no es un cuadrilátero. Al contrario, es el auditorio de la Universidad de Antioquia, en Medellín, Colombia. Allí en medio de preguntas, chistes y anécdotas, Salcedo Ramos lleva al campeón hasta las cuerdas, mientras López, que usa frases hechas como pasos laterales para salirse de las complicaciones, insiste en no pelear adentro. Tal vez elude el cuerpo a cuerpo para para evitar los certeros golpes que, a punta de preguntas, le lanza el cronista para despejar el camino que permita de qué madera está hecho el luchador, más allá de su fortaleza física.
Entre el público asistente están el panameño Mano ´e Piedra Durán,el niuyorquino Chris Algieri- campeón welter 2014 de la OMB-, el nicaragüense Rosendo “El Bufalo” Álvarez- el único que tiró en la lona a López y la mexicana Jackie Navas, campeona gallo y supergallo.
¿Qué hacen estos boxeadores, promotores y aficionados al deporte de los puños en un recinto universitario?
Es parte de la impronta que quiere dejar Gilberto Jesús Mendoza, presidente de la Asociación Mundial del Boxeo, quien trajo a Medellín la 96 Convención de esta organización y llenó la ciudad de campeones y campeonas.
Mendoza hijo sustituyó en diciembre de 2015 a su padre Gilberto, quien falleció en marzo de 2016, a la cabeza de una de las cuatro organizaciones rectoras del boxeo mundial.
Fanático de la lectura y con una expresada vocación social busca forjar su legado en la AMB, cimentado en la herencia paterna.
Son tiempos de cambio. Los días precedentes de la convención así lo mostraron en los aspectos técnico y organizacional, pero además a Mendoza se le metió en la cabeza mostrar la otra cara del boxeo, más allá de la industria de alta manufactura de dinero, dramas visibilizados de los hombres y mujeres que se abren camino en la vida a punta de puñetazos y entrenamiento férreos, discusiones con promotores y el show business.
“ El boxeo no es solamente un deporte de combate, es un fenómeno social, una actividad que cambia vidas, que tiene un impacto social”, afirma Mendoza, como un predicador que va buscando seguidores de la nueva era que propone para este organismo
Parte de ese rostro se vivió el martes 31 de octubre en el barrio La Honda. Sus habitantes son en mayoría personas desplazadas de áreas del conflicto interno colombiano que levantaron techos, muchos de ellos precarios, en las laderas de esta comuna.
La altura excede a cualquier cerro habitado de Caracas. Allá en la cima, niños y adultos compartieron con Pambelé, Oscar de La Hoya, Miguel “Happy “Lora, los venezolanos NiñoLinares, Antonio Esparragoza, Betulio González, Eloi Rojas, David Griman, la costarricense Hanna Gabriel, entre otros.
Esta experiencia conmovió a los asistentes. A Ricardo López, entre ellos, quien antes del diálogo con Salcedo Ramos hizo una sesión tipo calentamiento con un discurso lleno de historias para motivar a quienes enfrentan un No cuando expresan un sueño.
“Y yo que pensaba que los barrios pobres estaban en México”, comenta para iniciar.
Todos tenemos un ring
López toma el micrófono. Desde el centro del escenario se desplaza con agilidad, aunque, como reconoció luego, lo primero que pierde un boxeador son las piernas. Vestido de negro procede a hacer su perfomance de inspirador. La dicción perfecta, el cabello en su santo lugar. Los zapatos con un tacón un poco más alto de lo habitual. Aunque ya no pesa los 47 kilos de su categoría, no parece pasar de 60 kilos. Tiene cautivada a la audiencia, que lo conoce como una estrella con los puños y no tanto como un maestro de la palabra.
Destaca que se supo retirar a tiempo, con todas sus cualidades intactas, por más que le pagaran muy bien. “¿Con cuánto dinero me compró un cerebro nuevo?” se preguntó una vez, aunque una pelea suya podía tasarse en 4 millones de dólares.
El foco de su presentación es narrar su historia de vida y superación aún en un contexto adverso.
“ Me gustaria que puedan hacer estos foros con gente de las comunas, en las cárceles y poder asistir y contarles que si pudo Durán ( Mano ‘e Piedra) el más grande en Latinoamérica, si pudo Rosendo Álvarez, si pudo Betulio González, si pudo Pambelé, si pudo el Finito López por qué no tú logras tus sueños… Y no que venga cualquier estúpido y me diga qué puedo o no puedo lograr…Yo no sé qué tan buen boxeador fui, ni qué tan grande ( aquí el auditorio aplaude), solo le doy gracias a Dios que me permitió mostrar ante una colonia, ante mi familia, ante un país como México, que estaban equivocados todos que decían que yo no podía ser boxeador”.
López desgrana anécdotas ligadas a su padre machista, que lo quiso a su manera, “pero me quiso”, que le decía que un hombre no podía besar a otro, sin ninguna connotación sexual, que no entendía porqué las mujeres deben estudiar, que de todas maneras, lo formó en valores.
Relata que de adulto entendió que ni su padre, ni otros que le decían no, lo hacían por maldad, sino que tales actitudes obedecen a “la cultura del no instalada en México y que se extiende por Latinoamérica”.
¿La hora de la verdad?
Ha llegado el momento de la conversación. Salcedo lleva una liviana boina con visera, tipo “tweed”. Se ubican en un extremo del escenario. El escritor en una butaca, el orador en el sofá.
Salcedo Ramos inicia el diálogo con la anécdota de Emile Griffith, el boxeador que en 1962 mató a Bernie Paret, su rival en un combate, azuzado además porque éste le llamó “maricón”. Años después Griffith revelaría que era homosexual y lamentó que el mundo lo acompañara cuando mató a un hombre, pero no cuando dijo que amaba a uno.
Salcedo quiso salirse un poco del drama, habla de la inteligencia de muchos de los boxeadores que ha entrevistado y también del miedo. De ese que narró Gay Talese cuando escribió sobre Floyd Patterson, del miedo a la derrota.
Explica Salcedo que Patterson temía tanto a perder que llevaba un disfraz para salir inadvertido, porque para este hombre, “lo peor de perder es tener que salir del ring y hacer frente a toda esa gente”.
Lanza su primer golpe.
-¿Alguna vez te quebraste mirando a los ojos de un boxeador?
-¿Quién quiere a un perdedor?-responde López-. A la gente le gustan triunfadores. La derrota no tiene padrinos. Hay un dicho según el cual lo importante no es ganar sino competir, pero hay otro que dice “lo importante no es ganar, es lo único importante” ( frase de Vince Lombardi)…
Se pasea Finito por las 26 peleas de campeonato de mundo pero sostiene que “no las tomo en cuenta, pero no quería perder, no quería quedar mal”.
Ese temor a no quedar mal parece que marcara la conversación. Aún López no quiere hablar del miedo, de ese que le confesó Patterson a Talese. Hablemos del miedo Finito, hablemos.
Salcedo vuelve a Patterson y su odio hacia Mohamed Alí. Una vez más lo que le reveló a Talese ( El perdedor) “Lo odié durante muchos años, pero un día lo ví haciendo su show; esos en los que amenazaba a su rival, cuando le decía: haré una alfombra, cuando te despelleje… y entendí que él también tenía miedo. Allí dejé de odiarlo”.
-El miedo es importante que exista- empieza otra vez Finito y alude a lo bien que jugaba Mano e Piedra para asustar a sus rivales, recuerda la pelea contra Sugar Ray Leonard. Durán lo venció primero psicológicamente, dice.
– La mejor forma que he tenido de encontrarme a mí mismo fue encontrarme en la lona- revela el campeón
–¿Cómo fue el puño que te mandó Rosendo Álvarez a la lona?– asesta el cronista
Se refiere a la polémica pelea celebrada en México el 7 de marzo de 1998, organizada por Don King para unificar el título de la Asociación Mundial de Boxeo ( Álvarez) y el Consejo Mundial de Boxeo ( López).
-Yo recuerdo que recibí un derechazo y me fui a un pozo. Es raro porque en verdad escuchaba agua… de repente escucho al árbitro, Arthur Mercante, contar “five, six… hijo de la chingada estoy peleando”, me dije. Allí me levanté. Y me dije Dios mío no me sueltes, quiero terminar de pie…
Salcedo atrapa a López con la maestría del entrevistador conocedor cuando Finito intenta contar la historia de la revancha ( la pelea del derechazo fue declarada empate, un resultado que no satisfizo a muchos).
-Hagamos honor a ese Knock down- dice Salcedo quien justo tiene al frente, entre la audiencia, a Rosendo “El Bufalo” Álvarez, el autor del mandarriazo que le hizo ver estrellas y sentir gotear el piso a López…
Salcedo lo haría subir luego para que se abrazara con Finito.
El cronista pasa entonces a lo que afirma le hace amar el boxeo. Habla de la hidalguía.
“Es muy raro que un boxeador que haya sido derrotado en el ring hable mal del ganador. En el boxeo hay contrincantes, rivales, pero no enemigos…”
Así relata la historia de Bernardo Caravallo- quien tenía un gran estilo y un ego de escritor. Luego de una la pelea que sostuvo con “Mochila Herrera” un boxeador que las perdía todas, Caravallo lo contrató como albañil. Lo hizo porque su esposa decidió que con el dinero ganado se debía ampliar su casa. Su esposo le dijo que le conseguiría al mejor albañil de Cartagena y ese era Mochila. Se volvieron compadres.
-A mi me gustan esas historias- dice Salcedo
Cuenta Finito, cuenta, qué historias de rival con quien luego hayas hecho una amistad tienes
Finito vuelve con los laterales.
.-Hablaste de la humildad- le comenta y por allí intenta escabullirse. Cita a Dale Carnegie.
-Todos los boxeadores tenemos esa parte de ternura… la mayoría tenemos marcas de la infancia… En la vida a diario hay que estar con la guardia arriba…
Salcedo hace un gesto con su mano, abre la palma para mostrar cuando acaricia y la voltea en un puño cuando golpea: Cómo usar la mano en ambos sentidos. López responde con una anécdota. Se revisa la mano y cuenta que la tiene más chica que la de su esposa. Un día le dijo a ella que todo se lo debían a esas manos y ella le respondió que no, que lo que tenían era producto de saber usar el cerebro y que él la tenía a ella. “Tu solo no lo hubieras logrado”.
-Los boxeadores se entrenan para la vida ¿que sigue cuando abandonan el boxeo? pregunta Salcedo
– Es algo que hay que tomar en cuenta. Cómo capacitar a los boxeadores para dejar de hacer algo en el tiempo oportuno. Lo sentí en Nueva York en 2001. Estaba en una pelea, a los 37 años contra un rival de 26, y en el cuarto o quinto round me sentí que las piernas no respondían. Lo primero que se le va a un boxeador son las piernas, vas mermando de facultades…Debe haber gente, bien intencionada, que te diga: No more. Decir “hasta aqui llegue es difícil…” A mi me pagaba Don King muy bien. Pero yo me pregunté con cuánto dinero me compro un cerebro nuevo.
Ya el boxeador, orador y motivador se ha ido abriendo. Ha sido una especie de duelo con el cronista que insiste en desnudarlo, pero la cáscara de Ricardo López es dura de morder. Llega la pregunta casi final, entre risas y peticiones del entrevistador para que no se refugie en lo políticamente correcto.
-¿Quién ganaría una hipotética pelea entre Julio César Chávez y Mano e Piedra Durán?
Los comentarios afloran en la audiencia. Mano e Piedra, desde su silla en el auditorio, ha estado lanzando frases durante la conversación. En esta pregunta también.
“Lo tengo contra las cuerdas”, bromea Salcedo
“Es que tú no sabes que yo doy pasos laterales”, responde López.
Y empieza: Las comparaciones nunca son buenas
Salcedo lo ataja y le recuerda que en las redes sociales hay simuladores con peleas que nunca se dieron y son muy divertidas.
-Yo he dicho y lo sostengo que el mejor peleador de Latinoamérica es Roberto Duran, un fuera de serie. Pero la primera persona que creyó en mi, quien me dijo usté va a se un campeón ( lo dice imitando la manera de hablar de Chávez) fue Julio César… Así que yo creo que en una hipotética pelea entre él y Durán, el resultado hubiera sido un empate.
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