Inolvidable pelea: Betulio Vs. Guty Espadas. El mejor combate en la carrera del zuliano que ostentó tres coronas mundiales en la categoría mosca. Enfrentó a los mejores de su época, entre ellos el mexicano Miguel Canto y el japonés Shohji Oguma. En su peso natural retó a contrincantes de divisiones superiores; plumas y gallos.
Eran los segundos finales de su pelea contra el mexicano Guty Espadas, en la MaestrInolvidable pelea: Betulio Vs. Guty Espadas. El mejor combate en la carrera del zuliano que ostentó tres coronas mundiales en la categoría mosca. Enfrentó a los mejores de su época, entre ellos el mexicano Miguel Canto y el japonés Shohji Oguma. En su peso natural retó a contrincantes de divisiones superiores; plumas y gallos.anza César Girón, de Maracay, cuando Betulio González soportaba aquel vendaval de golpes. Pero, el recuerdo de la promesa que le hizo a su mujer e hijos al salir de su humilde hogar, en San Francisco, le levantó el ánimo y, con su coraje de montuno, reconquistó en tenaz batalla, campana a campana, la corona mundial mosca ante un fogoso rival que nunca se amilanó frente a la defensa y ofensiva del zuliano.
Su victoria ante Espadas lo llevó a compartir con los tailandeses Chartchai Chianoi y Pone Kingpetc el récord de ostentar tres títulos en las 112 libras.
Betulio enfrentó a los grandes de su época, entre ellos al mexicano Miguel Canto y al japones Shoji Oguma, pero su pelea contra Espadas es recordada como la mejor de su vida, para la historia, que le compite a las de sus coterráneos, Ramoncito Arias contra el argentino Pascual Pérez y Carlos “Morocho” Hernández contra el norteamericano Edie Perkins que en fechas memorables reventaron el Nuevo Circo de Caracas.
Aquella noche, la Maestranza plenaba de fanáticos, un aforo de 10 mil personas cubría la gradería, gritando: ¡Betulio! ¡Betulio¡ ¡Betulio! Y después de la victoria entonaron el himno nacional con el campeón alzado en hombros en el centro del ring, luciendo una bata de terciopelo color vino tinto. Su rostro aporreado mostraba las huellas de la refriega, pero estaba feliz, lloraba y cantaba.
Los oponentes llegaron cansados al round 15, ahogándose, gateando; las fuerzas se agotaban, pero mantenían vivos el coraje y la valentía. El cuadrilátero era un manantial, Betulio resbaló en su esquina, dobló sobre sus rodillas. Al tratar de levantarse, Guty lo esperó con un derechazo que le retumbó el cerebro, mareado, ya casi el zuliano se iba al piso. El árbitro puertorriqueño Tony Pérez no le contó, quizás esperando el remate del mexicano o evitando que el zuliano perdiera puntos en las tarjetas. Guty fue inclemente, descargaba lo que quedaba de su fuerza contra la humanidad de su contrincante que apenas se defendía a guantazos.
Betulio sucumbía en su propia esquina, sobre las cuerdas, cubrió su rostro con los guantes. Escuchó una voz entre la algarabía: ¡Se acaba Betulio!
En el barrido de su mirada borrosa por la zona técnica logró distinguir los rostros angustiados de su mánager Ramiro Machado y del abogado amigo Alfredo Urdaneta, que le dieron apoyo en el litigio judicial con su exapoderado Rafito Cedeño que lo demandó y lo llevó a la cárcel por supuesto incumplimiento de contrato. Ramiro y Alfredo, los mismos que propiciaron este encuentro titular con Espadas. “Defiéndete”, gritaba Alfredo, “Salte de la esquina, tira el upper, nojoda”, gritaba Ramiro.
“Sentí que se me iba el mundo, pero pensé en mi esposa, mis hijos y Venezuela, ellos esperaban mi triunfo, sabía que me estaban mirando, por eso eché hacía adelante”, dijo después el entonces recién triple coronado.
Aquel gritó de “¡Se acaba Betulio!” que jamás se supo de que garganta salió, fue como el grito de guerra que estimuló su adrenalina para reaccionar en su lucha por la reconquista del título mundial. Se salió de la esquina respondiendo en el contragolpe, estrelló con tanta fuerza su upper de derecha contra la mandíbula de Gutty que lo levantó dos centímetros y le desprendió un diente. La pieza dental cayó al lado de su botín derecho que entre sus trenzas colgaba una sortija de oro en la que engastaba un granate. “Es el anillo de mi novia, ella me le dio como amuleto de buena suerte”, expresó Guty a los periodistas en la resaca de la derrota.
Betulio recuperó el mando en el ring, golpeaba, ahora Guty se abrazaba a su contendor, el público vitoreaba, euforia en las gradas. Sonó el doble campanazo anunciando el final de una pelea que registró huella indeleble en la historia de la categoría mosca en el mundo.
Maracaibo era un hervidero aquella inolvidable noche del 12 de agosto de 1978. En los hogares, restaurantes y bares los parroquianos celebraban la victoria pegados a los televisores.
En el humilde hogar del boxeador en San Francisco, la alegría desbordaba hasta la calle. Berta, su madre, aún permanecía de rodillas orando frente a la vela que desde la noche anterior le puso a la imagen de Virgen Chinita. Su esposa Zenaida, abrazada a sus hijos, lloraba de alegría a la espera del timbrazo en el teléfono que le anunciaría la llamada de su triunfador esposo.
La pelea se inició con una ligera ventaja de Espadas en el primero y tercer round; el segundo lo ganó Betulio, cuarto, quinto y sexto fue empate. Betulio dominó séptimo y octavo. Emparejaron de nuevo en el noveno y décimo. El zuliano ganó 11,12 y 13 asaltos, pero en el 14 Guty salió como una tromba a echar el resto y asumió la ofensiva. Fue la orden de su esquina: “Guty, echa el resto, vas perdiendo, pero aún puedes ganar por nocaut, acaba con ese viejo”.
Espadas, un yucateco de 23 años, entonces seis años menor que su retador, parecía un tanquecito, atribuyó su derrota a la inactividad. Tenía ocho meses sin pelear, aunque venía de cuatro exitosas defensas.
“Me preparé bien pero las cosas no salieron como esperaba, tuve mala suerte, sentí que en los últimos asaltos las piernas ya no me daban, estuve a punto de abandonar. El título quedó en buenas manos, González es un púgil con experiencia y sus años en el boxeo fueron determinantes, me consuela que dimos un buen espectáculo y no defraudamos a la afición”, declaraba Espadas en su camerino, mientras sus asistentes atendían una ligera herida en su pómulo derecho.
El mexicano estaba plénamente convencido que venía la revancha. Aseguró esa noche que suponía la firma de un contrato para pelear en México, pero aquel encuentro jamás se dio.
Mientras la tristeza agobiaba al excampeón, el vestuario de Betulio era una fiesta. Periodistas, fotógrafos y camarógrafos preguntaban y repreguntaban en una improvisada rueda de prensa.
“Viva Venezuela, viva mi madre, viva mi mujer y vivan mis hijos”, gritaba entusiasmado el nuevo campeón reconocido por la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).
“Sabía que el título volvería a mis manos y esta noche he demostrado que soy el mejor peso mosca de Venezuela. Doblé de cansancio, el golpe no me hizo daño, pero debo reconocer que he vencido a un gran adversario. Busqué cansarlo, pero el respondió a mi ataque, me descuidé y recibí muchos golpes. Si expuse, fue parte de mi estrategia para llegar al final de la pelea”.
Dirigido por el recordado empresario Rafito Cedeño, Betulio ganó por primera vez la corona, versión del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), tras descalificación del filipino Erbito Salavarria por el famoso escándalo del “frasquito” con glucosa que consumió el campeón filipino, entre rounds, durante la pelea celebrada en el estadio Luis Aparicio de Maracaibo el 20 de noviembre de 1971.
Cinco meses después, en su primera defensa, noqueó en el cuarto round, al filipino Socrates Batoto el 3 de junio de 1972 en el Nuevo Circo de Caracas.
Perdió en Bangkok en defensa contra el tailandés, Venice Borkorsor, un gallo rebajado a mosca; más alto y con mayor alcance de brazos. Ocho segundos antes del campanazo del décimo asalto, Betulio, al estilo del “¡No mas! ¡No más! de Mano E’ Piedra Durán en su célebre pelea contra Sugar Ray Leonard, abandonó el combate.
De nuevo campeón el 4 de agosto de 1973 en pelea por la corona vacante del (CMB) al vencer por decisión en 15 asaltos al mexicano a Miguel Canto en el “Luis Aparicio” de Maracaibo, de nuevo escenario de un combate titular.
Resultó victorioso en cinco defensas , entre ellas una con Shoji Oguma. Y precisamente contra Oguma pierde en la revancha acordada en Japón el 1 de octubre de 1974.
Betulio se fajó a rivales plumas y gallos, mientras él mantenía su peso regular, siendo este uno de sus grandes méritos. Hoy, por su indiscutible historial reclama un puesto en el Salón de la Fama del Boxeo Mundial con sede en la ciudad de Nueva York.