“Chicos valientes asumen negociaciones faustianas para obtener
peleas donde podrían aspirar a títulos de campeonato, para
luego ser robados y explotados por promotores rapaces.”
Pete Hamill (1935, escritor estadounidense)
Tema recurrente, aunque nunca resuelto, el del crimen en el boxeo profesional, donde se arreglan peleas obligando a determinados rivales a caerse ficticiamente, ya que el vencedor debe ser aquel, que de acuerdo a las apuestas, rinda más a los mafiosos del negocio.
Una figura de este ambiente nefasto fue Frankie Carbo, un verdadero killer, el que asesinó a dos traficantes de bebidas de Nueva Jersey, en 1943, en una de las esquinas próximas al conocido Madison Square Garden. Carbo fue condenado, pero pocos meses después, el hombre se paseaba por la 8va avenida como si nada hubiera ocurrido. Desde hacia tiempo estaba en la venta ilegal de bebidas y quien se interpusiera, recibía castigo de muerte del killer. A finales de la década de los 30 e inicios de los 40, Carbo cayó en prisión 17 veces, vaya cosa, entraba hoy y salía la semana que viene.
El mafioso mataba y luego la sentencia declaraba homicidio casual. Así sucedió con un hombre de apellido Weber, chofer de alquiler, al cual Carbo le exigía una especie de pizzo, soborno extorsionado a propietarios y comerciantes, muy practicado por la mafia en los lugares, donde funcionan. Weber dijo que no y se acercó decididamente al cuerpo de Carbo con un taco de billar, por lo que el agredido reaccionó disparándole.
¿Quién era Carbo? Un siciliano, de nombre Paolo Giovanni Carbo, nacido en 1904 en Agrigento, allí donde uno encuentra restos de la antigua Grecia, y que nada tienen que ver con la Cosa Nostra imperante en la bella isla del Mediterráneo. Otras fuentes afirman que nació en Nueva York. Sea donde haya nacido, ya en edad infantil, participó en actos de delincuencia, por lo que a los 11 años de edad se ganó una condena en el Reformatorio del Estado de Nueva York. Salía de la prisión y a ella regresaba, mientras su persona se iba convirtiendo en un notable gunman, el del gatillo alegre, con tantos méritos, que logró integrarse en la reconocida familia Lucchese. Más tarde se refinó y se dedicó al negocio del boxeo. Ya tenía autoridad y un currículo difícil de superar, ahora podía mandar y arreglar combates con los más famosos púgiles, el dinero le llegaba y sin necesidad de matar a nadie, al menos si no le molestaban.
Los legisladores de Nueva York lo tenían en la mirilla, elaboraron varias medidas contra él, pero Carbo estaba protegido y nada le salía en su contra, ni siquiera una multa de transito. A eso sumemos que algunos grandes promotores del boxeo, como fue el caso de Jim Norris, aseveraban que con Carbo jamás había hablado de boxeo. Sin embargo, el gánster no se cansaba de arreglar peleas para el bienestar de su bolsillo.
En Nueva York era una figura conocida, eso a pesar de residir oficialmente en Hollywood, no de California, sino el del Estado de Florida, lugar poco distante de Miami. En la Gran Manzana, su apodo era Mr. Gray (Sr. Gris). Su poder era el de una mano larga, capaz de sobornar árbitros, jueces, entrenadores y púgiles. El boxeo estaba para darle ganancias, mientras que las grandes masas acudían a ver incrédulos a vencedores y derrotados ficticios. Carbo también era de los que no pagaba impuestos, los evadía a su antojo.
Sus tentáculos igualmente llegaron a la Habana. No fue por casualidad que asistiera a la pelea del 5 de octubre de 1952, en el estadio del Cerro, en la que Billy Graham, el mismo que había perdido su título frente a Kid Gavilán en Nueva York, un año antes, ahora iba por la revancha en la Habana contra el campeón cubano. Tampoco fue casual que Fernando Balido, uno de los managers de Gavilán se apartara definitivamente de su pupilo ese día, según alegó “por indicación médica”.
En ese mismo año de 1952, en Filadelfia, Gavilán había derrotado por KO técnico a Gil Turner. Las ganancias de la pelea, para ser distribuidas entre el cubano, sus managers y entrenadores, desaparecieron misteriosamente. Lo interesante de este thriller fue que Carbo tampoco fue “beneficiado”, ¡qué extraño!
Gavilán y sus sequitos habían caído en las garras de Carbo. Vean la foto complaciente del cubano después de haber sido derrotado por Bobo Olson en Chicago, en abril de 1954. En una de las esquinas de ese combate estaba Carbo.
Luego vino otro arreglo, la pelea Gavilán-Saxton, la que el cubano perdió por decisión unánime. A esto hay que agregar lo escrito por el periodista Bud Schulberg del Observer:
“Frankie Carbo, el gánster y comisionado no oficial del boxeo, controlaba a una serie de peleadores welters y de los pesos medianos…No toda pelea era arreglada, pero de vez en cuando Carbo y sus lugartenientes, como Blinky Palermo en Filadelfia, arreglaban algunos pleitos. Cuando la pelea de Kid Gavilán-John Saxton fue ganada por Saxton por decisión en Filadelfia, en 1954, yo estaba cubriendo para Sports Illustrated y escribí un artículo entonces, donde decía que el boxeo era un negocio sucio y que requería de limpieza. Era un secreto abierto, toda la prensa sabía que uno u otro combates habían sido arreglados. Gavilán era un boxeador controlado por la mafia, y cuando él peleó contra Billy Graham, estaba claro que a Graham le habían robado el título. La decisión fue comprada. Si estuvo cerca, los jueces habrían ensombrecido el resultado de la forma que ya he dicho.”
Carbo era todo un zar en el boxeo, si Ud. quería pelea en el Madison Square Garden, sin la venia de Carbo nada era posible. Ni los políticos, ni la policía interferían en los negocios de Carbo. Podían haber quejas de boxeadores y sus managers, al final la respuesta era siempre la misma: “I´ll look into it and get back to you” (Ya lo veré y luego te digo). Agreguemos a este conjunto a muchos periodistas deportivos, los que callaban por miedo a no ser afectados, ellos y sus familias.
El último manager de Gavilán, el cubano Ángel López, que residía en Nueva York, dueño de restorán y cabaret en el mismo Manhattan, se decidió denunciar el caso de la pelea contra Saxton ante la autoridad, donde declaró que habían sostenido una reunión antes de la pelea, en el hotel St Moritz de Nueva York. Allí Carbo le dijo a López que todo lo que Gavilán tenía qué hacer, era noquear a Saxton. Sin embargo, el arreglo era otro totalmente. Por su parte, Gavilán sabía de los arreglos y cuando la pelea concluyó, él se acercó a Palermo para pedirle la revancha, a lo que el gánster le respondió que haría lo que el jefe (Carbo) ordenara, revancha que nunca llegó a suceder.
Por suerte, en 1960, comenzaron serias investigaciones al respecto. Los nombres de los boxeadores Jake LaMotta y su combate arreglado con Billy Fox, los de Primo Carnera y de Sonny Liston, este último fue la gota que colmó el vaso, todos fueron puestos sobre el tapete. El FBI se metió seriamente en el asunto de Liston hasta descubrir que Carbo y sus aliados, Blinky Palermo, y John Vitale de St Louis, controlaban toda la gestión de peleas de este boxeador afroestadounidense.
En 1960, Carbo se vio obligado a declarar ante el Comité del Senado, donde 25 veces dijo: “No puedo declarar en contra de mi mismo”. Sabía lo que hacía, se apoyaba en la quinta enmienda de la constitución de EE.UU. para no declarar. El fiscal general del proceso, el conocido Robert Kennedy, con pruebas en mano, logró una sentencia de 25 años para Carbo y Palermo, que se hizo firme en 1965. Se les acusó de conspiración y extorsión. Carbo cumplió condena inicialmente en Alcatraz y luego transferido a la prisión en la Isla McNeill del Estado de Washington, donde fue liberado por enfermedad. Su muerte tuvo lugar el 22 de noviembre de 1976 en Miami Beach.
Fuentes
Anon. Kid Gavilan. http://boxrec.com/en/boxer/9014
Nagler Barney. 1959. Otra vez Carbo. Bohemia.
Sussman Jeffrey. 2016. Max Baer and Barney Ross: Jewish Heroes of Boxing. Rowman & Littlefield, 224 p.
Escrito por Esteban Romero, 27 febrero de 2019
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