Luciano González
Es considerado uno de los más notables mediopesados en la historia del boxeo moderno. Y en la década del 50 visitó tres veces la Argentina, donde forjó una gran amistad con el fundador del PJ.
Tres veces durante el primer lustro de la década de 1950 visitó el país Archibald Lee Wright, quien había adoptado el apellido de su tío Cleveland Moore, responsable de su crianza junto a su tía Lillie Pearl desde los tres años. Acá conoció de cerca a Perón, quien era el principal impulsor en esos años del deporte de los guantes. “En su juventud, él había sido un mediopesado, como yo. Tenía la cara y el comportamiento de un atleta”, contó el campeón en una entrevista publicada en la revista Sports Illustrated en 1989.
La primera visita ocurrió cuando Moore tenía 34 años, acumulaba 16 como profesional y más de 140 peleas. ¿Tenía 34 años? ¿O eran 37? Su fecha de nacimiento siempre resultó un motivo de debate. Fue un 13 de diciembre: Archie sostenía que había sido en 1916 en Collinsville, en las afueras de Saint Louis; su madre, que había ocurrido en 1913 en Benoit, un minúsculo pueblo en Misisipi. El dilema jamás terminó de esclarecerse, aunque el registro del censo nacional de 1920 abona la teoría del púgil.
Como fuese, The Mongoose (La Mangosta, apodo que había recibido por su velocidad y habilidad) andaba en esos días en la búsqueda de una oportunidad por el título del mundo que se le había negado pese su impresionante récord, como les sucedía entonces a muchos boxeadores negros. Ni Joey Maxim, el campeón reinante, ni Freddie Mills y Gus Lesnevich, sus predecesores (todos ellos blancos), se la habían dado.
Moore aterrizó en Buenos Aires a fines de mayo de 1951 junto a otro de los grandes púgiles de la época, el campeón mundial pluma Sandy Saddler. En apenas 69 días, realizó siete combates en el país, además de uno en Montevideo (noqueó al peruano Vicente Quiroz en el Cine Boston de la capital uruguaya). Los estadios se llenaron para verlo y su presencia en las calles del centro porteño provocó grandes aglomeraciones de admiradores que querían un autógrafo o un saludo.
Los tres primeros combates fueron en el Luna Park, abarrotado. En el primero, noqueó a Abel Cestac, quien había hecho casi toda su carrera profesional en Estados Unidos bajo la tutela de Luis Ángel Firpo. Al finalizar esa contienda, el vencedor le entregó un ramo de flores a Evita, que había seguido el combate desde el ring side junto a Perón y cuyo vestido se había manchado con sangre del perdedor.
Unos días después, el estadounidense fue invitado por la pareja presidencial a la Casa Rosada junto a Saddler y al manager de ambos, Charley Johnston. Los tres recibieron una medalla de oro que tenía las imágenes del General y de su esposa en una de sus caras y las iniciales del presidente en la otra.
Dos semanas después de su debut porteño, Moore empató con el belga Karel Sys, quien había sido campeón europeo, había abandonado su país tras el final de la Segunda Guerra Mundial y se había radicado en Florencio Varela. Y el 7 de julio batió al ya veterano Alberto Lovell, campeón olímpico en Los Ángeles 1932. Por entonces, el visitante ya había experimentado una grata sorpresa. “No hay barreras raciales en Argentina. La mayoría de la gente blanca no puede entender cómo me sentí, moviéndome libremente a mi antojo”, contaría años más tarde.
Tras su excursión en la otra orilla del Río de la Plata, volvió y emprendió viaje al norte. En el viejo Córdoba Sport Club de la capital provincial, noqueó en tres rounds al local Víctor Indio Carabajal el 26 de julio. Apenas 48 horas después, se presentó en San Miguel de Tucumán y despachó también en tres asaltos a Américo Capitanelli.
Moore retornó a Buenos Aires y, desde allí, partió en barco hacia el sur. En el Palacio de los Deportes de Comodoro Rivadavia, liquidó en el cuarto round al mendocino Rafael Miranda. La última escala, el 17 de agosto, fue en Bahía Blanca. Allí superó en tres vueltas a otro mendocino, Alfredo Lagay, en el Salón de los Deportes, el primer estadio cubierto construido en la ciudad.
En esas recorridas, Moore participó de algunos actos encabezados por Perón, quien en noviembre obtendría la reelección, y entró en contacto con algunas costumbres que le resultaron algo llamativas. “En un mitín, todos bebían vino de una bolsa de cabra. No sabía qué hacer porque no quería ofender a nadie. Tomé un sorbo y lo escupí cuando nadie miraba”, contó años más tarde.
Esos viajes también le permitieron conocer de cerca las urgencias con las que todavía convivía parte de la población del país. En su autobiografía, Any Boy Can, recordó una visita a Sunchales, en la que participó de un acto escolar en el que un grupo de alumnos lo recibió con una danza folclórica. Uno de los estudiantes, Adolfo Batto, bailó con sus zapatos rotos, que dejaban algunos de los dedos de sus pies a la vista.
“Le pedí a la maestra que llevara a Adolfo a mi habitación de hotel durante la hora del mediodía. Lo llevé a una sastrería, que estaba cerrada porque era la hora de la siesta, pero llamé a una ventana y salió un hombre. Le compré dos trajes al chico. También organicé un visita para él al dentista. Adolfo y yo nos mantuvimos en contacto durante muchos años”, rememoró el boxeador.
Poco más de un año después de aquella primera visita al país, que, según su protagonista, tuvo una función diplomática (“Recibí una carta de la Embajada de los Estados Unidos en la que me agradecía por ayudar en nuestra relación con Argentina”, reveló), Moore accedió a su primera chance por un título mundial.
El 17 de diciembre de 1952, cuatro días después de haber cumplido 36 años (tomando en consideración la fecha de nacimiento que él presentaba) y en su 161ª pelea profesional, superó por puntos a Joey Maxim en Saint Louis y se calzó el cinturón mediopesado. Al momento de las dedicatorias y los agradecimientos, no omitió el nombre de Juan Domingo Perón.
Unas horas después de ese triunfo, Moore recibió un telegrama que fue reproducido al día siguiente en la portada del New York Times. “Sus fanáticos argentinos y yo, como su amigo, teníamos plena confianza en su victoria. Le envío una cordial felicitación y el deseo de que la corona brillantemente conquistada puede ser suya durante mucho tiempo, junto con todos los honores que le otorga su reconocido prestigio como gran caballero deportivo”, decía la misiva. La firmaba el General.
Dos meses después de defender por primera vez su título mundial, al batir por puntos a Maxim en la revancha que se llevó a cabo en el Orange Bowl de Miami, el campeón volvió al país para protagonizar dos combates en el Luna Park que Charley Johnston había pactado el año anterior con Ismael Pace, fundador del coliseo de Corrientes y Bouchard junto con José Lectoure (el tío de Tito).
Archie Moore obtuvo el título mundial mediopesado al derrotar por puntos a Joey Maxim el 17 de diciembre de 1952 en Saint Louis. |
En el primero, el 22 de agosto, luego de que Perón subiera al ring a saludarlo, noqueó en cuatro asaltos al sampedrino Rinaldo Ansaloni, quien en 1951 había ganado la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Buenos Aires. Y tres semanas después superó por puntos al montevideano Dogomar Martínez, en la que todavía es considerada la pelea más importante en la historia del boxeo uruguayo.
Tan relevante resultó ese enfrentamiento que permitió un pequeño impasse en las tensiones que en esos días mantenían los gobiernos de ambos países y que había llevado a que la administración de Perón impusiera restricciones al libre tránsito. En los días previos a la velada, miles de uruguayos cruzaron el Río de la Plata en el Vapor de la Carrera para ver al Dogo, quien llegó a escuchar las tarjetas tras 10 asaltos, en los que fue derribado dos veces.
Durante esa excursión, The Mongoose hizo varias exhibiciones, una de ellas para los cadetes del Colegio Militar de El Palomar, participó en actos y visitó la residencia de Olivos. “Nadie sabe -solo nosotros, por interpósita persona- que en la quinta presidencial se improvisó un ring y en medio de un grupo de gente del Gobierno y deportistas, muy pocos, el pugilista del norte hizo una exhibición. ¿Saben con quién? Pues bien, aquí va: con Juan Perón”, aseguró Roberto Di Sandro, periodista acreditado en la Casa Rosada durante más de siete décadas, en su libro A mí no me lo contaron.
La segunda visita de Archie Moore quedó inmortalizada también en El Laucha Benítez cantaba boleros, un cuento que Ricardo Piglia escribió en 1968 y que giraba alrededor de la relación entre dos boxeadores: el Laucha Benítez, un prometedor peso mosca platense, y el Vikingo, un veterano pesado convertido en luchador de catch que como logró más destacado ostentaba haber hecho cinco rounds como sparring de Moore en el gimnasio del Luna Park para la pelea con Dogomar Martínez.
Tras ese paso por el país, el estadounidense superó nuevamente a Joey Maxim y defendió por tercera vez su título con una dramática victoria por nocaut técnico en el 14° round ante Harold Johnson en su primera presentación en el Madison Square Garden de Nueva York, el 11 de agosto de 1954. “Quiero volver pronto a la Argentina y, mientras tanto, deseo enviar un sincero y cordial abrazo al presidente Perón. Deseo obsequiarle la bata que me puse en esta inolvidable pelea para que sea la expresión del calor de mis sentimientos hacia él”, aseguró el vencedor tras ese triunfo.
Un mes después, Moore volvió a Buenos Aires, aunque esta vez no se calzó los guantes. Participó de distintos encuentros sociales, entre ellos el que se llevó a cabo el 13 de septiembre en el Luna Park, donde Perón hizo entrega de dos medallas a Luis Ángel Firpo y Jack Dempsey en la víspera del 31° aniversario del legendario combate que ambos protagonizaron por el título mundial pesado en el Polo Grounds de Nueva York en 1923.
Ese fue el último encuentro entre Moore y Perón. Un año después, el 16 de septiembre de 1955, el presidente fue derrocado por la autodenominada Revolución Libertadora. Cinco días después del inicio del levantamiento militar, el General se refugió en la cañonera Paraguay para iniciar un exilio que duraría más de 17 años.
Esa misma jornada, en el Yankee Stadium del Bronx, 61.574 personas vieron perder a Moore por nocaut en el noveno asalto ante Rocky Marciano, en su primer intento por conquistar el título mundial pesado. Aquel combate, en el que el campeón se repuso de una caída en el segundo asalto, marcó el final de inmaculada carrera de Marciano, quien se retiró invicto en 49 presentaciones profesionales.
Tras el golpe de Estado y la efímera presidencia del general Eduardo Lonardi, el gobierno de facto encabezado por Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas inició un proceso de desperonización que tuvo como nefasto ícono el decreto-ley 4.161, que prohibió el uso de todos los símbolos vinculados al peronismo, entre ellos “el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes y las expresiones 'peronismo', 'peronista', 'justicialismo', 'justicialista' y 'tercera posición'”.
En esa cruzada, el antiperonismo cerril también recurrió a falsas noticias y chismes de todo tipo. Uno de ellos incluyó a Archie Moore, quien fue señalado como amante de Perón. Incluso en aquellos días circuló un fotomontaje bastante burdo en el que se veía al púgil sodomizando al expresidente. Como respuesta, aparecieron en las paredes de Buenos Aires pintadas que decían “puto y ladrón, queremos a Perón”.
En su penúltima pelea profesional, Archie Moore fue noqueado por Cassius Clay. |
Después de su derrota ante Marciano y pese a que ya acariciaba las cuatro décadas, The Mongoose hizo un nuevo intento por el cetro pesado, pero fue vencido en noviembre de 1956 por Floyd Patterson, quien entonces se convirtió en el campeón de peso completo más joven de la historia, con apenas 21 años y 311 días. Siete años después, al borde de cumplir 46, Moore caería ante otro joven ascendente: Cassius Clay. Cuatro meses más tarde, abandonaría por fin los cuadriláteros.
Su relación con Juan Domingo Perón fue sumamente objetada en su país. Sin embargo, Moore no abjuró de ella. “La gente en Estados Unidos miró negativamente mi amistad con Perón, pero él me trató mucho mejor que muchas personas en casa”, sostuvo. Hasta sus últimos días (murió el 9 de diciembre de 1998), tuvo colgada en una de las paredes de su casa, en San Diego, una foto en la que se lo veía junto a María Eva Duarte y al único hombre que ocupó en tres períodos la Presidencia de la Argentina.